viernes, 7 de enero de 2011

LA SUTILEZA

Alguien (no sé quien) se ha corrido en la cama del rincón. Ni el silencio me despierta. La sucesión de suaves vientos soplados sobre mi cara, me ha dejado la piel fina y el ánimo tonto como la sombra flácida de los penes. La oscuridad envuelta en fabulosos días de comida, domingos y cine americano. A veces una hamburgüesa que no sabe que yo germino una lenteja de hierros oxidados. Me suenan las tristezas como rodillas de un tiempo interior y paralelo. Yo también juego a las cartas y engaño al insomnio por las noches. Yo también, sí. No sé cómo entienden el lenguaje infinito del silencio ni porqué callan ni porqué hablo. La sangre transmite el sentido de algo parecido a la poesía. Hablando conmigo pienso sus pensamientos y me interrogo inútilmente hacia el vacío del yo frente al nosotros. El nosotros es nuestro, de mi mismo. El nosotros existe para mi, lo de más es ellos, vosotros, lo incompartible. Esta diferencia obligatoria.

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