martes, 25 de enero de 2011

LA TRAMPA

Para qué decir que el silencio calla más de lo que dice si ya se ha dicho. Pará qué, cómo, dónde. Dibujando espirales de sol, de orín de perro y camas recién hechas, vuelvo del calendario. La sangre va por el camino de las cabras, como una savia de la que se alimentan las piedras. El ploror de las edades se concreta en el cuello. Y así la edad te estira del pene como se coje el brazo KO del boxeador perdido en los combates. El silencio me trae ruidos infantiles, caras recortadas en las fotografías, sonrisas apagadas. Distancias kilométricas, teléfonos sonando, sangres de otras sangres que gotean a lo lejos. Explicarse que la vida no tiene sentido y que te mueres no es suficiente. Hay que ir a la escuela, al instituto, trabajar cuarenta años, sufrir el cáncer, el mes de marzo. El silencio se fabrica en el insomnio nocturno cuando las lágrimas se vuelven facilonas al amparo de sí mismas porque sólo se llora si se está llorando. Y en esa trampa que se le hace al día, en el apéndice soñoliento de la cama, es cuando el suicidio se presenta como un sueño salvaje y levantarse cuesta tanto como mentir, o más. Cuesta tanto como mentirse. Y esta presencia de alcanfor...

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