La botánica, privilegio del Valle
del Ambroz.
Hace ya algunos años que publiqué
Baños de Montemayor a través de su literatura (2021), donde daba cuenta
de cómo nuestra localidad había sido destino de expediciones botánicas por parte
de Arturo Caballero Segares (1877-1950).
El riojano sería nombrado director del
Jardín Botánico de Madrid en mayo de 1939, recién finalizada la Guerra Civil.
Apenas cinco años después «sus excursiones fueron dirigidas a Montemayor [...]
y según el resumen que él mismo hace, desde el 12 al 27 de mayo recogió 500
plantas, entre ellas alguna de tanto interés como Omphalodes Pavoniana
Boiss., cuya patria no se conocía, y otras formas nuevas ya para España, ya
para la Extremadura septentrional, con cinco entre variedades y formas nuevas,
más la especie Anchusa subglabra».
Quien haya tenido el gusto de pasear
por cualquiera de los muchos caminos, veredas o cordeles de nuestra localidad
habrá constatado las profusa flora de nuestro paisaje. Espoleado por esa inquietud
decidí buscar información en la Biblioteca Digital del Real Jardín Botánico de
Madrid donde un rápido examen, bajo la frase exacta del nombre de nuestro
municipio, ofrece noventa y ocho referencias como resultado.
Un leve tirón de
ese hilo revela que Baños de Montemayor, y por ende el Valle del Ambroz, ha
sido destino de interés para los más experimentados botánicos desde finales del
siglo XVIII hasta nuestros días. Nombres como José Antonio Pavón y Jiménez
(1754-1840), Mariano Lagasca (1776-1839), Heinritz Moritz WillKomm (1821-1895),
Carlos Pau Español (1857-1937), Marcelo Rivas Mateos (1875-1931) o el ya citado
Caballero Segares acudieron a botanizar a nuestro valle, atraídos por su
riqueza natural. En fechas más recientes, Bartolomé Casaseca Mena (1920-1998) y
Francisco Javier Fernández Díez (1947-2010) investigadores del Departamento de
Botánica y Fisiología Vegetal de la Universidad de Salamanca, también se han
aventurado por estos lares.
Más allá de las infraestructuras, empresas y
servicios que podamos promover y ofrecer a quien nos visita, creo que nuestra
idiosincrasia emana de una privilegiada orografía que determina nuestra flora y
fauna. Una riqueza paisajística que a menudo ignoramos por desconocimiento. Un
valor natural que no debemos dejar de estudiar, proteger y valorar como un
patrimonio heredado que poder legar al futuro.
[Texto escrito para El Agricultor. Época II, Agosto 2025]