sábado, 29 de septiembre de 2018

EL DOBLE

"Yo me disfrazo de hombre para no ser nada".
Picabia.
La vida empieza cuando se cala el coche, en la gorra de Telepizza, en el vino del bar “El yunque”. Cuando se apaga la luz del water, cuando se van los niños de la guardería, en el ano con semén, en la tarde de domingo en Piedrahita. La vida comienza cuando se brinda, cuando no importa saber que es mentira, cuando se apaga la tele y se enciende la soledad. Cuando el vacío nos muerde las uñas en el ascensor de un hospital. La vida ocurre en la lluvia, en las hormigas del tiempo y los orgasmos. La vida ocurre en silencio, en lo que no se dice. La vida sucede como un doble que tiene prisa, como el dolor de los árboles, como el perro que tuvimos, como aquel beso de aquella noche.

martes, 25 de septiembre de 2018

EL SAPO

El simple complica.
Solo era daño.
La interrupción mata por continua.
La manía da personalidad.
El misterio depende de la vecina.
Lo malo conocido era la bueno por conocer.
Tenía la vida bien doblada.
Guardaba para heredar.
Balaba para olvidar su sapo.

viernes, 21 de septiembre de 2018

LA ANGUSTIA

Espacio y tiempo como nubes de un solo viento.
La mano va más allá de la palabra.
La belleza como deterioro.
La poesía llega andando.
Cotilleaba por educación.
La necesidad violenta de la soledad que empuja.
Consentía aburrimiento.
La bandera simplifica.
Era tímido para escuchar.
El tiempo conduce a la biología.
Siempre hay un beso en angustia.



miércoles, 19 de septiembre de 2018

LA CASA

"Pero yo ya no soy yo ni mi casa es ya mi casa".
Federico García Lorca

La perplejidad, la emoción perpetua, regresa. Me paro y reparo en que bebo agua del mismo vaso, del mismo grifo en la misma casa donde me crié. Las emociones se han ido hacia reversos dinámicos y no siento las ramas de las raíces. El latido inmediato me recuerda que sigo vivo, sin otra certeza que el pulso que me alienta ni más aliciente que volver a disfrutar. El gozo no necesita preguntas como una norma que rompe nuestros límites o quizá..., quizá ni el quizá importe. El fracaso prematuro dura más pero duele menos. Su intensidad viene desde el siempre, desde la losa del "otravez". La educación, el aliento del amor, el heroísmo esteril de querer como debía, el único fracaso. Y sin embargo sirvió. Llegué a lugares que desconocía de la mano de la saliva, perseguí el tacto de lo imposible, todavía, en ocasiones, siento ese calor. La perplejidad, sigue viviendo en casa.

jueves, 13 de septiembre de 2018

EL LORO

Érase una vez un loro que vivía en una gran jaula que le habían comprado sus padres. El loro había estudiado en la Universidad, claro, y tenía un plumaje exhibicionista. Rojos acarminados, verdes selváticos y amarillos de un brillo canario. La jaula tenía todas las comodidades: piensos variados, agua en varios depósitos y palos a diferentes alturas donde liberar sus cloacas. El loro repetía con dicción humana un extenso vocabulario y era la envidia de multitud de palomas que frecuentaban su jaula en busca de migajas. Las palomas permanecían ensimismadas escuchando la pronunciación humana del loro. Sin embargo, el loro, cuando aprendió todas las palabras que su pico pudo repetir, comenzó a fijarse en la libertad de las palomas que merodeaban en torno a su jaula. "Cambiaría mi plumaje por su vuelo (bis)", pensaba el loro. Un día, quizá por un golpe de viento, la trampilla que cerraba la pajarera quedó sútilmente desencajada. El loro, con el miedo de quién se enfrenta a la libertad, tocó con timidez la verja con su pico, dejando un rectángulo de horizonte sin barrotes frente a él. Poco tardó un palomo en entrar en la jaula y con una habilidad propia de loro se encerró echando el alambre por dentro. El loro, con su vuelo florido y su palabrería, pronto tuvo un auditorio de padres y niños que le procuraban alimento a cambio de una fotografía. Vio colmada su felicidad rasante de parque y merendero. La paloma, sin embargo, fue desalojada por los padres del loro. No querían un impostor, habían invertido mucho dinero en su mascota como para ser suplantada en un descuido. Un leve giro de cabeza, desnucó a la torcaz que fue arrojada a un contenedor de reciclaje.

martes, 11 de septiembre de 2018

LA BLANDITO

De abuelo franquista y paletón, y padre transaccional psocialista, fue engendrado para el ahorro de la familia numerosa. Su cerrojo atávico tiende a guardar como forma de no ofrecer. La blandito, ese género neutro a mitad de camino entre la androginia y lo homosexual, se educó en la escuela pública y las clases de Academia de inglés. La Universidad (para ellos siempre será "launi") le trajo la beca Erasmus y la licenciatura en Ryanair. La blandito crió tez de pijama Woman Secret soñando con ser dependienta del Oysho. Piensa que el mundo es maravilloso como un Interrail y un filtro de Instagram. Ven la vida en tono pastel con gafas de pasta y palabras "anglo" como vintage, pop o millenial. Piensa que sus padres son felices porque no se divorciaron y porque tuvo Reyes y Vacaciones de medusa con helado "¡Yesoesguay!", te dicen con el pelo y la boca abiertas. Tienen la impostura de un catálogo del Ikea con la piel clorada por la música del Zara. Su gilipollez viaja en bicicleta, hace el camino de Santiago y cola blanda para entrar en el Prado si lo recomienda el Telediario. Piensan como creencia pero sólo hasta el brocal de la contradicción como votantes de Podemos. Contienen los eructos y su cara es el espejo de la mueca: el rostro cortado de quien observa a su mujer tonteando con su exmarido. La blandito va al gimnasio pero no suda, quiere pero no ama, jode pero no folla. Son curas 3.0 bautizados en el Android y el monólogo del "finde" porque habla apocopando sus límites como forma de expansión hacia la nada. La blandito, con su carne de soltera hace ostentación de vacío para llenarse. Viven en la siesta española como si fuera el sueño americano.

martes, 4 de septiembre de 2018

EL EXTRAÑO

 A Mónica.

Extraño como un vaso en una escalera. Cuando la noche nos devuelve la pregunta como una presencia externa, entiendo que nuestro error tiene pureza. Y si despierto otra vez en la noche y te contemplo ajeno, como los objetos movidos por un niño, y pienso que he tanteado todas las respuestas, tú te giras y me sonríes con un ojo, inflamando la poesía. El aire parece trasparente entre nosotros. La pared es la misma por dentro que por fuera. Sigo buscando el lugar donde tu mano sea mi mano, donde el fracaso posible tenga su encuentro, su pozo de besos, su fatal. Por qué no siento el mar. Por qué no siento septiembre como debiera, por qué este olmo crece sin tronco. El tiempo nos ha dado un lenguaje de gestos que a veces cortan y a veces chupo con el ardor de un beso. Desde las ruinas del tiempo, insisto en el instante del temor. Temo despertar y no sentir la perplejidad del mundo sobre la cama.