A Paco Moriche.
El mote
flamenco tiene mucha te. Tiene un gracejo granuja, una mitología de
farsa que aceptamos con el engaño que le decimos al niño que lo
acepta como si fueran los Reyes Magos. Los motes flamencos tienen la
gracia del salitre, como el nombre artístico de las estrellas del
porno. Son íntimos como lunas de uña en el atardecer. Son palabras
de ocaso, ocres como la miel de jara y el sabor de las nodrizas.
Parecen caramelos con chupete. Los motes tienen historia de muebles
curtidos, de pieles de sol a la luz de la noche, de juerga prodigio y
canto rodado. El mote flamenco tiene cicatrices y tranquilidad de
noria. Viste lunares con pañuelo y camina despacio como un caballo
elegante. El mote de los flamencos toca el molinillo del barquillero
y se arranca por depresiones. Es a lo que aspiran los futbolistas,
los toreros y los boxeadores de Pan Bendito. Los raperos andan con su
oro ancho pero nada. Se camelan, se horizontalan, se fuman el porro
de lalocal, pero el mote no hace grafitis, ni sueña con zapatillas.
Los motes son pura chispa. El alfiler con que se encienden las
hogueras. Son la leyenda de la juerga, el ara votiva del compadreo,
la quemadura de algo y una virgen de andar por casa. Los motes
flamencos hacen el Olimpo calé y un zodiaco que encanija. Es la
abuela dando la alternativa con el refajo. El mote sabe a patatas con
carne y huele a sostén con menopausia. Se disfruta como la comida
fría que se come de madrugada después de las copitas y los cantes.
Tiene el diminutivo con que se conoce a los ancianos en el pueblo y
la fuerza genialona del talento. El mote brilla de oro como si fuera
un diente. Toca las palmas y duerme tres horas. El mote huele a
heroína pasada por agua. Vienen de una gomita, un botón y por ahí.
Tienen la virtud de los difuntos recién nacidos y la verdad de los
engaños consentidos. Tienen apellido por si se pierden. Bailan con
los nudillos de sus vocales y se aferran a la garganta del
aguardiente. Son puro compás de palma sorda, de calle estrecha, de un
Cádiz febril y flojo. El mote sale un domingo y vuelve a los cuatro
días hecho un hombrecito.