sábado, 29 de enero de 2022

EL AHORRO

Dormía para morir mejor.

A la vanidad por el medro.

Prohibido por voluntario.

Corrupción tradicional para subvenciones familiares.

Se le puso cara de realidad.

Tengo mis desgracias favoritas.

Púrgame el monstruo.

Vivía por vanidad.

Ahorraba por no hacer.

viernes, 28 de enero de 2022

LA COMETA

Algo te mira de cerca, como una ene que taconea y te aparta el pelo de la frente. Que viene / viene y te empuja con ese aliento de cante. Dispara al aire y lo mata, y el oxígeno cae como si fuera una cortina. Se enciende el pulmón si el aire no entra. Las sílabas bailan con las pestañas en pie. Los tendones se alegran cuando llega la cuchara. Aplauden como cigüeñas, como si dentro hubiera ranas. El veneno sale claro porque nadie lo llama. Con la violencia de la escarcha que rompen en los coches, con la tapa que explota, se escribe de madrugada. Como el cuello de las tortugas y el escarabajo dado la vuelta. Como la sangre primera de la herida recién abierta. Súbita, como la mala noticia cuando te asfixia. Como el empujón al amor cuando la realidad le habla. Con la huella de los muertos en el ángulo de la escalera. ¿Qué fuerza es esta que me empuja con alertas? Tiro y suelto de la cometa. El entusiasmo tiene las manos abiertas. Se lava la cara con viento y te coge la cabeza. Como un llanto del revés, como un gallo que callara. Con el ímpetu de quien no sabe y a manotazos tantea. Ea, ea. Con la fuerza de una puerta, tirada en el suelo de un charco que se congela. Siento que ha llegado, cuando las vocales se mean. El ansia te invade como una sierra. Como un halcón detrás del mueble, como la mejilla de las niñas con su vagina tierna. Cómo duele y qué bien sienta. Qué de cortes trae. Qué vacíos se quedan los termos cuando vuelan. Cuántos labios se muerden sin que tú lo sepas. Como una espalda tensa de cuellos que no quisieran darse la vuelta. Como una música de aes, de nanas que nadie encuentra y las madres ya no cantan porque las madres ya no cuentan. Es la música de los nombres que precipitan la marea, que hacen corros de la patata escondiendo las letras. ¿Qué impulso es este? ¿Quién lo crea? Preguntas se arremolinan sobre helechos de verdes crestas. Lorca aparece, siempre que hay siempre. Alguien agita los ritmos de la tranquila menta. No hay más. Toca recoger las piedras.

jueves, 20 de enero de 2022

LA LEGALIDAD

No le pidas peros al olmo.

Aquello soy yo.

La vejez se cura a tiempo.

Afecto por escrito.

Qué hacemos con la realidad.

El perro es el mejor amigo de la molestia.

Apaga el niño.

Confundieron huella y marca.

Fiel como el deseo.

Dignifiquemos la hipocresía.

Era humano a su manera.

Legal por obligación.

martes, 18 de enero de 2022

EL CIEGO

Los ciegos miran por la voz, por eso hablan con rumor de bosque y matiz de guardería. Enfatizan frases infantiles como si frunciesen el ceño, marcando las arrugas de sus cuencas. Dilatan las sílabas como si fueran pupilas y gesticulan con las manos para darle énfasis a la mirada. Los ciegos no se ríen del todo porque la risa nace en el ojo. Son incompletos como la infancia de los huérfanos. Les falta el padre que vive en la mirada con el consejo cómplice y silencioso de un guiño. Potencian la memoria con su inventiva minuciosa. Fabrican recuerdos de tacto repetido. El ciego puede ver sin ojos pero no tiene mirada y ahí radica su tragedia. Sus ojos son larvas de angustia que se mueven escuchando, porque los ciegos escriben mientras escuchan. Tienen dos manos en cada dedo, huelen el ruido y comen poco porque necesitan hablar para respirar. Se atropellan para decir lo que no ven. Cuando miro a los ciegos cierro los ojos. Me molesta su tragedia. Sé que no podría soportarla y me anula. Los ciegos van como las casas de los viudos. Se visten de algodón exagerado. Quieren que les veamos con vista y eso les ciega un poco más. Sabemos que ver es otra cosa, que la venda que nos guía va dentro de todos. Yo hablo del ojo como músculo, como bombilla del cerebro, como el último destello de la claridad. El ciego tiene pestañas enormes como viseras de ojos calvos. En el ojo brilla la fiebre, el amor y otras lágrimas. Las ciegas endurecen los pezones con jerseys granates. Los ciegos parecen su reloj. Tienen cuerpo de estatua. Bustos animados que caminan por delante, con seguridad incierta y las espuelas de plata de los vigilados. Nos sentimos culpables como si mirásemos a un viejo. Sentimos la incómoda sensación de lo inconsolable. El ciego tiene algo de moribundo y la tristeza inaudita de los circos ambulantes. El ojo, con su lengua de tiempo, degusta la vida entera. El ciego paladea los relojes y escupe a bulto vacío. La ceguera viene en toboganes de semen y un odio que nos supera. Son los abrazos de los brazos, la serpiente que pica de lejos. Cuando veo a un ciego pienso que llevan la bragueta abierta. Como si la vida nos enseñara la picha.

viernes, 14 de enero de 2022

EL MOTE

A Paco Moriche.

El mote flamenco tiene mucha te. Tiene un gracejo granuja, una mitología de farsa que aceptamos con el engaño que le decimos al niño que lo acepta como si fueran los Reyes Magos. Los motes flamencos tienen la gracia del salitre, como el nombre artístico de las estrellas del porno. Son íntimos como lunas de uña en el atardecer. Son palabras de ocaso, ocres como la miel de jara y el sabor de las nodrizas. Parecen caramelos con chupete. Los motes tienen historia de muebles curtidos, de pieles de sol a la luz de la noche, de juerga prodigio y canto rodado. El mote flamenco tiene cicatrices y tranquilidad de noria. Viste lunares con pañuelo y camina despacio como un caballo elegante. El mote de los flamencos toca el molinillo del barquillero y se arranca por depresiones. Es a lo que aspiran los futbolistas, los toreros y los boxeadores de Pan Bendito. Los raperos andan con su oro ancho pero nada. Se camelan, se horizontalan, se fuman el porro de lalocal, pero el mote no hace grafitis, ni sueña con zapatillas. Los motes son pura chispa. El alfiler con que se encienden las hogueras. Son la leyenda de la juerga, el ara votiva del compadreo, la quemadura de algo y una virgen de andar por casa. Los motes flamencos hacen el Olimpo calé y un zodiaco que encanija. Es la abuela dando la alternativa con el refajo. El mote sabe a patatas con carne y huele a sostén con menopausia. Se disfruta como la comida fría que se come de madrugada después de las copitas y los cantes. Tiene el diminutivo con que se conoce a los ancianos en el pueblo y la fuerza genialona del talento. El mote brilla de oro como si fuera un diente. Toca las palmas y duerme tres horas. El mote huele a heroína pasada por agua. Vienen de una gomita, un botón y por ahí. Tienen la virtud de los difuntos recién nacidos y la verdad de los engaños consentidos. Tienen apellido por si se pierden. Bailan con los nudillos de sus vocales y se aferran a la garganta del aguardiente. Son puro compás de palma sorda, de calle estrecha, de un Cádiz febril y flojo. El mote sale un domingo y vuelve a los cuatro días hecho un hombrecito.