miércoles, 24 de julio de 2024

EL VERSO

Sin demagogia no hay discurso.

Olvidos selectivos para amores eternos.

Prejuicios de trayectoria.

Y pudo escuchar los anhelos de la brisa.

Si no huele no vayas.

Eufemismo femenino singular.

La resignación culmina la renuncia.

Sobrepasó el peligro de la costumbre.

La alegría tiene un ruido confortable.

 El verso acerca.

sábado, 20 de julio de 2024

EL EMBRUJO

«Yo, como don Quijote, me invento pasiones para ejercitarme»

Voltaire

 

Perpetua me dijo «El perro verde, Zamora. ¿Habrá que ir, no?». «¡Claro!». En la puerta había un cartel con motivos de chiringuito y platos amarillos aderezados de sol. Tenía terraza. Un bloque de pisos aplastaba el local al que se accedía por unos tranquilos escalones. El olor a berberecho merecía pedir un café con leche para tantear al camarero. «¿La leche del tiempo?». Pensaba cómo responder al acertijo mientras el calor derretía la escarcha de una rabas preputridas, desparramadas sobre el mostrador, por la que zumbaban tres moscas con despiste. «Del tiempo, mejor», dije con timidez. Agradeció la respuesta mientras secaba su frente con el dorso de la mano. «¿Y entonces por la noche es Karaoke?», pregunté. Me dijo que no, azorado como un niño en renuncio; que el cartel era de hace unos años y poco a poco se le fue apagando la voz en un hilo ridículo hasta musitar un «y» transitivo hacia el silencio. Un motor en marcha puso el perfume y la banda sonora de un café con leche atemporal. Dentro, una pareja inverosímil se gritaba procacidades a medio camino entre la prostitución y la familia. Pogacar subía el Tourmalet azuzado por el ímpetu de Perico a todo volumen. Dejé las tazas sobre la barra. «Pero vamos que hay uno que se llama Cherokee aquí al lado y otros dos, creo, cerca de la plaza mayor». Aquello me supo a encerrona, pero habíamos venido a jugar. El camarero, anilla y salitre, parecía anhelar mi disposición. Su furtiva recomendación parecía avergonzarse de las frituras, como si con cada ración se le escapara un «Libre» de Nino Bravo, en íntima nostalgia. «Cherokee», dije admirativo a Perpetua. Hay nombres que alumbran su decadencia con solo invocarlos. «Gire levemente a la derecha» Y me vi ante una deslustrada nave color pistacho de faja negra que traslucía desidiosas capas de pintura de no se sabe qué cuñado. Nunca un desierto de luz tuvo tan mala acústica. «Manu Carrasco no se merece esto» y nos fuimos camino de la plaza por las soleadas sombras de los edificios que se vendían en bloque a precios comerciales y actualizados. La levítica plaza dormía la siesta. Un heroinómano gallego pedía ayuda para su autobús que alguien apaciguó con un cigarro. La barra lucía un «reservado para camareros», pero tras el mostrador solo había silencio. «Hola». Y un tamo rozó mis canillas. «Holaaaaa!», voceé forzado. Indiferencia de clientes y botellas. Pude sentir la orfandad de una mirada al espejo sin espejo. «Vosotras, moscas vulgares, / me evocáis todas las cosas». Fue recordar a don Machado y me asustó un «dígame» que no esperaba. Bebimos con diligencia los Acuarius para dirigirnos al «Embrujo». Ya se sabe, la gente más creativa trabaja en publicidad y en poner los nombres de Karaokes. «Otro garaje», le dije a P tras divisar un televisor con dimensiones de Eurocopa que trascribía las letras de la música ambiente. «¿Puedo cantar?» «Sí, pero por encima». Aquello colmó mis mejores previsiones. Perpetua me confesó al día siguiente que nunca me había visto tan feliz. Embrujo derrochaba desgana y luces LED compradas al peso. Como si un lupanar de Calasparra hubiera descubierto las virtudes del color violeta. Castigada en una esquina había una máquina de dardos que la camarera encendió con la misma desgana que nos puso las ginebras. «Solo me quedan tres dardos. La gente los pierde» dijo, mientras me dirigía hacia la Diana entre la invisible muchedumbre. Cada dardo impactaba en aquella atmósfera como golpes de realidad difusa. Como si aquel disfrute estuviera reservado para mí. Dejé que Perpetua me ganara al Cricket y nos dirigimos a Valladolid para cantar sobre seguro. Tras una hora de ensayo al volante ella dijo: «Pone que está aquí al lado». «¿Cómo se llama?» «Karaoqueen». Y me estalló la cabeza. Habría cambiado todos mis versos por que se me hubiera ocurrido aquel nombre. Mi vida tendría sentido de haber podido llamar a mi garito de tal manera. Cómo era posible aunar en un solo vocablo tanta belleza. Chiquito y Freddie Mercury se daban la mano en un antro esquinero donde fumaban Lucky tres tristes tríos de puretas. «Aquí sí que que sí», le guiñé un ojo a mi confianza. Dentro, la consabida televisión de Eurocopa y un vacío reglamentario. «¿Puedo cantar?». Y la camarera comenzó a divagar frases inconexas sin cuajar en predicados. «¿Pero entonces puedo cantar?» «Puede que sí, pero tienes que esperar a que venga el DJ, y si le cuadra...». Tenía todo el tiempo del mundo para asistir a aquel espectáculo. A las 23:30 con una puntualidad alpujarreña, entró por la puerta un septuagenario de reducidas dimensiones que entró con paso ciático a la diminutiva cabina. Aquel boato con expectativas de cartón me fascinó. El disc-jockey se ajustó los auriculares con delicadeza para no estropear su cano tupé inflado de laca. El lobo-hombre en París dio paso A quién le importa de Alaska. «Ma-ra-vi-llo-so», dijo Perpetua. Una parroquia de funcionarios divorciados coreaban con movimientos de boda los anacrónicos temazos. Lo más parecido a un micrófono era un perchero que olía a Varon Dandy. Sin dejarme amedrentar comencé a cantar los estribillos por encima mientras miraba a los ojos de la concurrencia con la seguridad que me daba su falta de vergüenza. «Hace mucho tiempo que se acabó / Pero es que hay cosas que nunca se olvidan...». «Cómo me ponen Los Nikis», le dije a Perpetua que alucinaba con sarcasmo. «Con los Austrias y con los Borbones / Perdimos nuestras posesiones...». Fui subiendo el decibelio de mi cante, ante el asombro de la menopausia que reinaba tras la barra. Rufino, a punto de jubilarse como jefe de sección, sintió una taquicardia. Quién será este forastero que nos roba la tostada. Su expediente, su Paulaner en jarra fría, se había descarrilado. Quién osaba cantarles su mutismo a la cara. Sentí que les defenestraba sus besos administrativos. Y allí estaba yo con el trino en astillero, desfaciendo el entuerto de la palabra Karaoke. «Habrase visto, Perpetua».

lunes, 15 de julio de 2024

LA BOFETADA

Volver a la infancia de la fiebre. Volver a mirar el sol por la ventana con envidia de piscina. Sentir el cloro dentro de la carne para llorar de dolor. La ventana es la pornografía de los poetas, la pesca de la emoción y la madalena del aburrimiento. Le succiono el comentario del móvil a un loco inalámbrico, a un viejo con paso de salchicha. Escucho la tos de una golondrina y el llanto de una maleta que se orilla por la sombra. Y me abrazo a este disparo de parvovirus calibre B19. La vida guarda una bofetada para los mirones. Se reserva el derecho a rematar a quien se conforma con ver. La vida se aventana, se microscopia y se te mete por el ojo celular a revolverte la mirada del ánimo. Te duelen las preguntas como aguacates vacíos. Andas con el paso de la tortuga, quieres pensar en la ganancia de la pérdida, en la claridad que existe en la lentitud, en el caparazón que forja la resignación. -«El sueño de las tortugas viene precedido de una especie de «lavado del muerto»», le acabo de leer a Jünger-. Los poetas nos curamos leyendo. Cuanto más me sube la fiebre más Nerudo. Leo páginas como si fueran miligramos. Sigo enfermo, pero me curo de espanto y floto la soledad a base de compañías que no fallan. Le meto mano al Mamotreto de Cimas, me araño una sonrisa mientras me duele el gemelo. El dolor se vuelve una pregunta si leo, ya no enferma tanto porque curiosea, se hace ventana por la vía de la lectura. Los poetas mecemos la enfermedad de la vida con el bálsamo de la lectura. Bálsamo suena a balsa, a barquito de agua sana que acaricia la saliva de un niño. El moco de un niño en laguarde puede desatar la tormenta en tu cerebro. Es el efecto mariposa de las ventanas. «Aquí os dejo este moco», pienso mientras le pongo letras a esta fiebre. Ojalá el poema suba la fiebre a las salivas. Ojalá se abrieran las ventanas de mis paisanos... «vete a la mierda Jonás», me oigo que me digo. La soledad -ya lo sabes- es el único lugar para el encuentro. A veces la calentura distrae a la página y se fija en el ladrido afónico de un pavo y la pala que recoge nuestra vergüenza. La ventana nos regresa como un tobogán a las habitaciones, como si fuera la última canción de Residente. Miramos por el tubo gazatí, tocamos el calor con las manos y giramos una mariposa. He vuelto a mirar el mundo con el ojo del flash de piña. Este hielo en la frente calienta los recuerdos de la chancla suelta. Me lleva y me trae por la calle que mira a mi ventana. Allí estoy yo mirándome, tumbado hacia el tour de Francia, cerrando los ojos al polvo que se revuelve con un sonido a hoja. Pistones de infancia Pasados los setenta. Llorar/reír por la brasa del picor y la agonía reumatoide.

miércoles, 10 de julio de 2024

sábado, 29 de junio de 2024

EL PEOR

“Escribir no es ya llorar, sino alucinar, creerse como en un delirio, ser alguien en un mundo para alguien”

Leopoldo María Panero

“Y la literatura mutó en autoayuda de Manu Carrasco, encargada por la Concejalía del Buenrollo, el día que Yolanda Díaz tuvo la regla”.

 JSP


Se convirtió en abnegado de sí mismo.

Quien no curra vuela.

El afecto requiere tiempo y pretende eternidad.

Quien arrasa primero mata mejor.

El cambio climático responsable del huracán Lampedusa.

Pagó con minoría el precio de la excelencia.

El mar explica el volumen del tiempo.

Qué bien relaja el cinismo.

Seguimos peor.

miércoles, 26 de junio de 2024

EL CAMALEÓN

Como cuando Epi tiraba ya pureta, como la huevera de porcelana y la estilográfica. Como el lametazo en la oreja de una menopausia furtiva. Hay cosas que se van de tiempo, pero sirven, valen, como el vuelo de un camaleón. Los de lo póstumo tenemos que mirar el diccionario porque pensamos que Ida está de vuelta y nos juega la metáfora, pero no. El camaleón es un pájaro que le molaba a Leonardo «questo vive d´aria» por lo visto en la cita. Hostia, pues ya me ha girado un cojón. Arranca con Los juegos de la ira en una pátina entre Kafka y Ayalafrancisco. Una retranca un poco Monterrosa que te deja con un sabor a sutileza en los ojos. Vitale, claro, así se llega a los cien años, como una Hoffmann de lisergia poética porque no hay otra no te jode. Mafalda arrugada por la acidia de los versos. Niña desflecada por el genio de lo ajado. «Un reglamento se posó sobre un tejado»; a mí me la suda que sea un balón porque ya me ha pegado el pelotazo. Es el Diles que no me maten, en femenino, en uruguayo de Cervantes, en residencia de ancianos. Como si alguien le acabara de grabar un documental, con esa tristeza. Donde vuela el camaleón cuenta que lo mejor de los poetas es cuando se olvidan de serlo, cuando se la suda (o como se diga en feminismo). Es escribir bien, que se note y lo parezca. Con ese granito de misterio, ese no enterarse de nada que pasa en las pelis de David Lynch, en el Lorca de las conferencias telúricas o los silencios de Kiarostami. Los géneros se la sudan a Rulfo, a Umbral o Valle. A Sánchez Ron, Merlyn Sheldrake y Richard Feynman. Porque todos llevamos mierdas dentro sin las que el homo siemens que somos no sería el homo sapiens que quiere Linneo. La realidad desborda lo complejo. Como una lengua sin concha que deja regueros de hambre y lametazos a partes desiguales. Mira que no me quiero poner bibliotecario, pero La Celestina, El llano en llamas o Platero y yo, son ejemplos de Zöbel, de brochazos difusos con la ligereza de lo bien pegado, como el sobeteo zorrón que decía antes, creo. El Mairena de Machado, las nebulosas de Ramón o el sueño que va sobre el tiempo en el caballo de Camarón. Claro, Lorca también lo sabía. Pues va, Ida Vitale, y se deshace en rotundo. A veces se pone homérica y nos deja migas de latín para que le sigamos el rastro a su castellano por el sendero del diccionario mitológico. A veces, a voces. A veces susurra. Con el gracejo destilado de los abuelos Jünger, Ida -tan uruguaya ella- estira las i griegas para que suenen a ñoño y no la confundan con algo de jovencita nazi. A veces inquieta. Se crepuscula. Se Cortaza en una cabina donde aporrea los cristales con un pájaro, o una rata, porque ya no miro. En ocasiones, que es más procesal que aveces, le sobran algunas frases. Crea la exigencia que genera la excelencia y se pilla los dedos ella sola, como cuando a Cervantes se le escapa el burro de Sancho. A veces, coge los pasillos y escribe Pasillos metáfora en brisa que arranca así: «En el fondo de la vida lineal de los pasillos crepitan inquietudes [...]». Sigue más, pero a mí es que me sobra todo cuando me cago. Vale ya, «dale una hostia hombre» que decía Alfredo Landa al legionario. Decía, que a veces me apezono, le corto el rabo a la lagartija del relato y gano pólvora. Qué coño hacía Almudena Grandes cuando su Luisitoeltrepa le dio el Cervantes, porque no se enteró de nada. Vitale saca un elefante del camaleón con la gracia de un desmán. Parece que tiene el barniz de los cuentos de Hoffmann hasta quedar gratinado por el callaquetecuente. Cojonudo ya digo. La paz fraterna: «Las dos viejecitas se odian. Ignoran bulliciosamente el remoto porqué. Como ya están casi fuera del tiempo también ignoran desde cuándo, aunque también ignoren que lo ignoran. Pero recuerdan [...]». ¡Joderrrr! Que llamen al dinosaurio. Ahora que acabo de firmarle el Panero a la Cáñamo, creo que no hay mejor Desencanto que el Desencanto vital de la Vitale. Te tira la emoción a la cara con el descaro de una paloma urbana, con la facilidad del nocabo de un niño, con esa gracia, pero con cien años. Puede que me haya hecho muchas pajas -¡seguro, vamos!-, pero cuando se lleva muchos años dándole al tejuelo, este camaleón te saca los colores y te los cambia. Y los ojos te dan vueltas como una animación de Terry Gilliam.

martes, 25 de junio de 2024

viernes, 21 de junio de 2024

EL DESCARO

Como un parpadeo, a veces tu risa. A veces tu sueño como el tibio sopor de un pecho, como la ternura con que la mariposa se mece en las espinas. Con el bálsamo infantil de las caricias has mecido mi vida. Desnudo, aprendo del temor de los telones; la soledad que tanto me ha arropado se deshace. Desterré la prisa del agua para esperarte. No sé ya muchas cosas ni me importan, ni tengo más motivo que tú para seguirte. Eres mi único. Vacías el vacío que me llena y nuestras manos aún nos aletean. Sabes que miro mi vida en tus ojos. Conoces los matices de mi insomnio, el olor de mis versos, todo. Sabes hasta lo que no sabes de mí. Lo que no sé de ti no importa porque conozco su misterio. Seguimos aprendiéndonos. Me conmueves. Me enseñas el idioma de la ternura, a vivir desde dentro y tocar con la lengua los matices. Desprendes los gestos con que beben los pájaros. Ahora sorprendo a la brisa, a lo mucho que me adoran tus silencios si me abrazas, tanto que te olvidas de ti. Eres hermosa y humana. Te deshaces cuando hablas porque me quieres la mirada. Procuro mancharte de risa y que ignores lo que no importa porque no importa si te preocupa un poco. Me gusta que me cojas del brazo -me gusta mucho cuando me coges del brazo y nos miramos-, para tocar ese algo que no sabemos. El silencio ha perdido incertidumbre y el pasado crece sin alcanzarnos. Continúo en el más hacia el nosotros. Tengo tu mano dentro ¿y me dices que no la suelte? Sigo en la cobardía del tiempo y aguardo su venganza con descaro.

martes, 18 de junio de 2024

martes, 11 de junio de 2024

LA FELICIDAD

"Y sin embargo, sin embargo"

Leopoldo María Panero

Efectivamuerte.

Escéptico por falta de entusiasmo.

Kusturica aquí lo flipa.

Lo que engorda es la o.

Dicen que son de Esperanza Ayuso.

Lo llaman vacaciones para disimular.

Activista de la quietud.

De lo que no le falta va sobrao.

Escribía para resolverse.

Superó la cicatriz con más herida.

La gente ya no mendiga como antes.

Hecha la ley, echa la trampa.

El burro salió de la noria y entró en la puerta giratoria.

Cada complejo con su Asociación.

La traición mejora al espía.

Qué imitación tan original.

Soy feliz y se acabó.

miércoles, 29 de mayo de 2024