Jonás Sánchez Pedrero (blog clausurado)
sábado, 27 de mayo de 2023
EL CÉSPED
viernes, 26 de mayo de 2023
LA SOMBRA
La sombra de las cuerdas por Annabelle Ameline, Benoît Bodlet y Chechu García Berlanga.
Dominique Abel se fijó en el burro del Polígono, pero hay mucho argentino por Triana. Si no te roban la moto te la venden y hasta del mito del robo hacen un documental o le ponen una placa a la calle más ladrona. Vale, pero aquí hay algo de frigura, de toque “amplio” y “con acento” que dice el guitarrista. Llamarse Miguel Vega de la Cruz no tiene gracia. Es el dato que daba Jesús Quintero para hacerse el periodista y ahora te lo revela la Wikipedia esa de los payos. Miguel se llama cualquiera, por eso hay que motejarle Niño y decirlo junto para que suene gitano mientras viene el francés a pagar la moto del docu. Quintero sabía que el mito hay que fabricarlo, por eso se ponía pañuelos de lunares y engolaba los silencios para prenderle humo a la noche. Él le fabricó uno a Paco aunque no le hiciera falta. El de Algeciras tuvo en el “Niño Miguel” a un compañero. NiñoMigué tenía cara de Camarón. Los dos flotaban en el velero del sueño, surcaban el opio que abre las semillas del tiempo, pero el de Huerva sentía más adentro, como si en cada falangeta tuviera un mastilito. Como un Panero del toque, declamaba falsetas que no entendió nadie, con armonías de gamba y tragaperras. Huerva tiene un poco de Almería en sus tascas y calores. Descampados de cardos rotos y cenizas de fogatas que chiscan los chavales para salir corriendo. Sol de refinería y sudor con metástasis. A veces huele a cocido. Huerva tiene roña y ternura de lagarto. Tiene ojos de abuelo con esclerótica de vaca, como la mirada del NiñoMigué, quien toca con tres cuerdas la belleza de los armarios. Esa belleza atávica que gira y salta para llorar con pena súbita, penita, ay. Si Goya con un trazo hace una pierna, NM te convierte una nota en un concierto. NiñoMigué tiene acrónimo de colegio aunque no Necesite Mejorar nada, porque lo único se basta. El guitarrista abraza la guitarra, se mete dentro hasta parecer que es ella quien le toca, como si fuera un títere. Esquizofrenia y heroína para arropar a un tímido con vergüenza de vivirse. Hay una urgencia en su toque, como si un chorro de ocaso concretase las íes, como si el sonido se proyectase al capricho de un Cinexin púrpura y los genios del hang fuesen cuerdas de un Oriente inefable. Ruspoli fliparía al escuchar cómo le suenan las cuerdas a tambor de cofradía, para fluir hacia un sumidero de ratas que se ponen de acuerdo. A veces toca negro y suena a trompeta Orleans. Las nebulosas del universo entran como un tiro en cada nota que ensucia. Ramón le greguería algún misterio, porque vienen de la misma madrugada. Algunas miserias cuajan bien porque no hay más remedio. Niñomigué tocaba la guitarra con seis años. Hablaba por el fuelle tenso de las cuerdas. Sabemos que hay mucho de impostura en el gitano, pero a veces nace una exageración sincera y hay que girarse. Ahora los gitanos tiktocan, que no es ni parecido. A ver qué pasa con Israel Fernández.
martes, 23 de mayo de 2023
EL JARDÍN
Presumir debería ser antónimo de presunción. Presumir de algo y darlo por sabido son opuestos. Presumimos que el derecho parte de la realidad, pero es solo una presunción, un juego más con que nos divierte el lenguaje. Presuponemos emociones, cariño, conocimiento y un etcétera equivocado. Presumidas presunciones cargadas de silencios que clarifican la realidad: ese espacio omitido. La presunción de inocencia suena a disparo, a eufemismo que agacha la cabeza como una tortuga. La realidad demuestra su culpa, su vida exagerada, su pecho descubierto. Aquí está el meollo, el nudo imposible, el ruido que necesita embudo. Desde nuestro límite, desde el posesivo de la conciencia abrimos el horizonte que nos permite la mirada, y presuponemos. Juzgamos, queremos, olvidamos -presunción del tiempo que consume-, como si dormir sin soñar no existiera, como si la muerte fuera algo desconocido y el capricho no pudiera conformarnos. Partimos desde la equivocación y buscamos la certeza. Somos la presunción presumida de un error que falla. En el jardín de las paradojas los perros montan la pierna de un abogado que presume de rodilla. La justicia, ya sabemos, es un acto fortuito. Presume de presunción de igualdad. La igualdad es injusta porque ignora la yerma tibia, la obligación del esperma y el tamaño del caniche. El jardín de las rodillas se esconde en el verdor de un texto convulso. Jardín presuntuoso, que presume de autoría, y presupone entendimiento. Desde este juego de lentes cabe cualquier recurso, señoría.
lunes, 22 de mayo de 2023
miércoles, 17 de mayo de 2023
EL ANO
Ni siquiera es blanco. No llega a nada. Es una calma que interrumpe un nombre, un saludo o cualquier derrame. Como un soplo que desmonta las hojas secas. Se nos va la mirada al cielo -decimos- aunque esté con los brazos tras la espalda. Pasea en calma. No llega a ser triste. Es la tristeza del no llegar, como la derrota de las huellas que se secan cuando salen del agua. Como las ganas que seca el tiempo, como si cualquier idea tuviera un fondo de libro, como si hubiera que dar trascendencia a este cansancio, como si comparar fuera el tabique donde apoyar lo inasible. De repente, la palabra se yergue, hace efecto y no sientes la angustia sobre la espera. Y me pregunto qué hago aquí sobre mí mismo. Y parece ya no es el verbo, y el blanco se ha ido y el ritmo coge cadencia, como si fuera su risa quien llegara al galope de sus ojos. La palabra -que no llega nunca- apunta, cuestiona los bocetos como respuesta (paradoja tranquila que le canta a los niños). La infancia enloquece porque nadie les nana. Es la tragedia del blanco atrapado, la locura estática de una pastilla, el ritmo violado y la mordaza de la piedra en un cristal con Betadine. Los niños crujen las hojas con los dientes y no tienen dientes porque no tienen blanco. No tienen brazos, ni preguntas porque son una píldora en cuarto creciente -a veces sin cuarto-, y la emoción se para sobre el plástico de una jirafa enterrada. La idea negra no lubrica los dedos y el ano te mira como un placer lejano, como si los ojos no hablasen por ti. Entonces, hay que volver a la nube, observar una hormiga y entender a las piedras. El blanco vuelve a su sitio, la palabra se descompone y su líquido termina poemas precipitados.
sábado, 6 de mayo de 2023
LA EDITORIAL
Vivir derrama.
El misterio aproxima.
Arañas en su tinta.
Contrabando de legítima protesta.
Feliz día del kilo.
Ánimo a la justicia.
La calma amplía.
Amortizaba emociones.
Bifaz de conciencia.
Rodeaba adentros.
Editorial Onanismos.
viernes, 5 de mayo de 2023
LA OBEDIENCIA
Salud perjudicial.
La verdad suena distinta.
Se te ha caído el tiempo.
Antes moñabas.
Encuentro de sectas independientes.
Lágrimas de barracón.
Cada lector con su polen.
Te pareces mucho a ti.
Llámalo crisis.
Instituto de Obediencia Secundaria.
jueves, 4 de mayo de 2023
LA CARICIA (2/3)
La flor se abre.
Me miras con aire sencillo, en lo posible,
como se mira a un gato.
Me basta con que finjas, con que lleves
a mi jaula tu poco de agua.
La soledad tiene recuerdos de caricia
y sueño contigo.
miércoles, 3 de mayo de 2023
(3/3)
De monte en monte encendida
Antonio Machado
Salivas con cadenas tiran de tu lengua. Tu coño escupe deseos que penetran a la noche. Desnudos como el océano que tapa sus pezones, seremos agua. Jugaré a la ruleta del fracaso: embestidas de semen escuchan la llegada del orgasmo.
J.C. Galán
sábado, 1 de abril de 2023
EL ALFILER (1/3)
Una cornisa de pestañas baila por tu ojo. Por el abismo de las columnas pasea su mirada. La llama del huracán percute ligera como un gato que pide, y se va. La vida en techumbres, como un resto de sí misma en ansias de chocolate. A veces soy yo. A veces arrastro alambradas por tus ojos para desnudarte. A veces sé que he llagado a ti. Te vivo a manotazos de tela, como desangra el aire por las jaulas. A veces un trapo despliega sus alas dentro de mí. Alfileritos de nana pinchan mi eco: Vuelve. Vuelves. Vuelve; y el blanco florece.