miércoles, 31 de enero de 2024

EL ALMENDRO

Llamamos cabreo a la lucidez recalentada, a los tropezones de razón que rajan el lenguaje, a las eses que se quedan en la nariz para amordazarte al asesino. Se mira marrón y se actúa con ruido como si cantases las veinte a los cubiertos mientras pones la tortilla. El cabreo trae razones en cobardía, con la esperanza de que no hagan poso. Es otro boleto para la ruptura, «otra vez» para el «siempre» que rebosará cuando estalle la cólera. Si no se enquista, aclara y pareces recién llovido. En el cabreo gana quien pierde porque la réplica te iguala y no hay peor fracaso. Cabrearse es un peligro decente, aporta dignidad a la huida y justifica los botellines. No hay cabreo sin su silencio, sin su sordera que contesta tarde como contestan los niños a los profesores. Palabras deslizadas como el roto de una media, como un grito digestivo. Gritar es lo que se calla cuando decimos que hace frío por no decir que eres gilipollas. En la escala del cabreo hay un enorme abanico; la tipología depende del lugar y menos del momento. El laboral se llama «mosqueo» que los psicólogos llaman «burnout» para darle killer a tu asesino. El «familiar» varía en función de la progenie y el mobiliario. No viste igual una hostia al tenderete que un grito delante de los niños. Nadie ha igualado aún el estallido de un vaso. La pirotécnica del cristal no tiene contrincante. Existe también un cabreo líquido poco recomendable. El salivazo atávico sosiega a los contendientes como un petardo, pero nadie sabe cómo interpreta esto la judicatura. Al escupitaje le ha mejorado el cubata y a este el manguerazo o el globo de agua. El problema del primero es la ingesta alcohólica asociada y los peligros que del vidrio del vaso pudieran derivarse. Claro que todo el mundo no tiene manguera y el globito pierde prestigio por infantil. Lo que hay que tener claro es que el cabreo viene de «los otros» que decía Sartre. El perro del vecino que ladrameacaga en tu puerta. El propio vecino que chillaarrancaelcochediscute en Dolby Stereo y otros infiernos domésticos que no por cotidianos evitan su calor como los productos que no funcionan. La estafa pequeña quema más que la grande. Que te estafe un banco duele menos que te cobren dos veces un vino. Que te desfalque un albañil parece una broma con el euro cincuenta del pan, y así sucesivamuerte. Hasta que un día recuerdas que antes cantabas, que tenías chorradas de sobra y ya no. El cabreo se enciende con las cerraduras y con el cordón que se desata justoahorajoder. Es la punta de un iceberg equivocado, nuestra despensa de defectos, un bazar de alfombras abultadas por la tristeza y preguntar al cuándo mientras se pone el pijama. Es que te la sude Palestina, que se jodan los gorilas y el putoplástico para meter la mano ciega en un saco de erres. El cabreo es la regleta que se funde y no suelta el enchufe y la gotera que te quema la casa. Es el «apaga el brasero» de todos los días que te lo enciende. Es tocar la mierda con los dedos en el espejo de tu cara, acumular años de cárcel y correrte dentro. Que las pestañas te corten las caricias y te sonrían las crueldades. Es la lucidez descarnada por la grieta del siempre que, cuando seca, se costra en cansancio. Otra, otra, otra, como barrotes de rueda de hámster. Es llamar al mail de Pablo y leer a Nabokov para nada. Es notar el muslo en cada palabra y arrancarte la cáscara desde el hueco. El cabreo es que te busquen si te escondes. Amigar con las lombrices debajo de tus libros. Tranquilo. Respira. Tranquilo. La vida es maravillosa y sientes la empatía del almendro cuando le delatan sus flores. El cabreo no es más que repetición gritando basta «después de tanto todo para nada». Y paseas el bosque de la templanza, y haces los consuelos, pero la tragedia sigue allí, porque eres tú, en el mundo de los demás.

sábado, 27 de enero de 2024

EL CATÁLOGO

«Gran seso dan los sucesos»

Lope deVega

La explicación lapidó el fracaso.

Al obedecer la doctrina obtuvo un profesorado.

Me estoy quedando Solondz.

Prefería «historiador» a «cotilla».

La solución no tiene remedio.

Si escribes bien te leen mal.

Cambiaba razón por descanso.

Se vive mucho porque se piensa despacio.

Catálogos contra la depresión.

sábado, 20 de enero de 2024

LA MADRIGUERA

Einari no llegaba bien a la letra. Paakkanen parece que estirara el compás que le apellida lento como si fuera un tono MIDI. Da igual, en Finlandia -la palabra ya lo dice- lo importante es el final. Allí está el niño de Lukas Dhont y El Padre de Florian Zeller porque el arco iris tiene oído humano. Porque ya no existen mapas del tesoro, porque borraron las huellas de la ilusión, nos queda esta tristeza, esta ceniza soplada por el fuelle de la asfixia. Ahora solo hay que escuchar y poner el ojo en la memoria. Aquí está el parvulito que dejó el colegio de repente y el beso furtivo detrás de la columna. Está la viuda del Librium, el faringeo del Ducados y el pajillero del cualquiera. En el sumidero de ascensos se comparte la caída. Apenas se habla y se empatiza como si fuera un hospital. Karaokes de guardia para alegrías en punta y tristezas de cajón. Hay un silencio de ascensor antes de que arranquen las peticiones. La parroquia no sabe qué hace allí. Siguen la feromona del pasmo y guardan un chorro violeta en algún sitio. Aquí venimos los solitarios porque tanta soledad hace secreto. La enfermedad cura el remedio en compañía y si queda algún culo firme se le mira con ternura como se mira al niño con ojos de «pobrecillo». Ya se sabe: quien canta sus males señala. Algo saben de esto los flamencos. Los karaokes son tablaos sin preparar. Arte sin arte. Ínfulas punk para amas de casa que echamos la bronca a nuestra hija cuando pone La Polla Records. Aquí no hay tolerancia, hay indiferencia: biología que espera su momento. Se canta mal cualquier cosa como si la canción fuera una cerveza, un saludo o una tertulia. Aquí da igual que te dé igual o que te importe. Aquí el interés se gana con un escote o un besazo. A veces llega una voz de Hamelín que retuerce los cuellos. A veces hasta la luz se para para enfocar la escena aunque no se pare nunca. A veces el vacío se llena de fatiga y hasta el Hombre Plátano toma asiento, un poco emocionado. Que vengan los americanos a echar fotos y hacer antropología de catálogo, pero el misterio no se encuaderna. Saber que existe basta. Saber que el valor no tiene importancia, saber que hay eructos que acarician el llanto en barras sin corazón como luciérnagas de segunda mano, tomando whiskys de tercera. Se palpita decadencia a pellizcos de atención. Está la mujer que acaricia a su perro como quien peina al muñeco de su hijo. Está el hijo que nunca tuvo perro ni muñecos ya hecho todo un Funcionario. Y también hay algo de Benidorm. Ese pasar de la arena al piso cuarenta y siete sin saludar en recepción; de Raphael al Robe sin pasar por Beyoncé. Cantar en el Porkys es mirar el skyline por encima del hombro y triunfas si te graba el camarero en el sótano de un local vacío. Instagram es tu Grammy y sientes lástima por Rosalía en el Sant Jordi. A ratos, el ambiente parece de bolsillo, como de chicle pegado debajo de la banqueta. Son madrigueras de emoción a las afueras de Google. Perplejas librerías de Jagermaster y Marc Anthony; amigos anacrónicos que están por ahí. Hay que buscarlos, hacer el Maps y girar levemente a la derecha. Los abrigos esculpen las mesas como cadáveres después de una batalla. Aquí se resiste sin saberlo. Hay una revolución despreocupada como la taza de un váter roto. El negocio está en existir, en abrir la puerta al asombro y ponerle una cerveza. Junto al micrófono suele haber una fregona. La pista desliza un poco como baladas de serrín prohibido. Las paredes, decoradas de cierre, se funden por una lisergia de luces con fatiga. A veces, una risotada rompe la armonía. Hay una paz de psiquiátrico, de domingo escolar y coche viejo. Karaoke paradise, que dice Paakkanen.
 

miércoles, 10 de enero de 2024

EL AGUJERO

Escribía para que no le vieran.

Quizá, como único talvez.

Ojalá solo pagues Fantas.

Repsol patrocina El tiempo.

Tenía derecho a sus obligaciones.

La depresión de este año va a estar bien.

Nadie me interrumpe como tú.

Si trasluce no ama.

Que pague su cuota de exigencia.

El gato evoca tu fracaso.

Menos mal que hay errores.

Sueños de alquiler para vacaciones.

Ya solicité la espera.

El agujero funciona.