viernes, 28 de mayo de 2021

EL ARBOL

Y como Ñ. no tenía aeropuerto, ni tren de alta velocidad, se les otorgó un Museo de Arte Contemporáneo. Así las cosas, solo los vecinos acudieron al boato con la gratuidad como reclamo. «Aquí hay dinero echao», escuché en la entrada. La cola de espera serpenteó hasta convertirse en corro de forma natural. El corrillo de las risotadas apuntaba con la frente el objeto de mofa. Los habitantes de Ñ. no estaban acostumbrados a ver un banco para sentarse como una obra de arte en la que no poder sentarse. El guardia salía y entraba de la camuflada garita con resignada paciencia. «Por favor, está prohibido sentarse. Es una obra». «Es que me duelen las rodillas». La señora hizo la mueca del dolor y amagó con atar su perrillo a un árbol blanco. «Señora, no...», reconvino el custodio. «¿No ve que es una obra?» La desdentada levantó la mascota como un resorte y su grito menopáusico calló al animal. Todos miramos al suelo mientras se vigilaba el silencio. La espera cedió espacio a la magia cuando la pesada puerta se desplazó sin ningún impulso humano. Accedimos a un enjambre de escaleras donde reposaban piezas que los vecinos de Ñ. miraron con desconfianza. Los nobles materiales de puertas, suelos y ventanas, les trasportaban a lo bien que lucirían en su casalafinca. El zigzagueo del sentido de la visita culminó su despiste. Los ronquidos que salían de la sala de proyecciones terminó por acabar con la paciencia del vigilante que abandonó su garita para custodiarnos. «Mira, Juan, los Legos...», «Tú verás; tengo yo mejor taller...». Guardias de todas las bajuras salían de un laberinto de puertas, para reprender a los ñus. «No se puede tocar la colección, señora». Espejos, vinilos, transparencias y objetos desproporcionados, marearon a niños y mayores que aligeraban el paso en busca de la salida redentora. «¡Ya está bien, eso también es una obra!». «¡Vale, vale!...» -la miré con la atención de quien piensa que la vida es maravillosa- «Pero han empezado ustés antes».

jueves, 27 de mayo de 2021

LA FE

Leía por cotilleo.

Y comprendió la empatía del asco.

La rueda hizo de barrote.

Alegría de tela.

Hasta pepitoria siempre.

No creía en la fe.

miércoles, 26 de mayo de 2021

EL PERRO

Aquella silla, cercana y tangible, me prometía un placer inmediato. Me senté con el cansancio del sol a cuestas y las muchas horas de caminata por aquella ciudad del medievo. En mi cabeza repasé todas las ruinas «de interés cultural» que hicieron de Ñ. ciudad Patrimonio de la Humanidad, y la metáfora surgió fresca y muda. El camarero traía la «jarrina» de cerveza al punto de nieve cuando se sentó frente a mí una señora con un ladrido debajo del brazo. No quise pensar que aquella desdentada arruinase mi asueto con los quejidos de su perro. El animal tenía un tamaño tan miserable como el aspecto de su ama. Tragué el refrescante frío de la jarra mientras miraba hacia otro lado para olvidar la presencia de aquel cuchillo que se instaló en mi frente, sin discernir ya si el dolor era producto del alcohol, de la congelada cerveza o una astilla del último ladrido. La mera presencia de aquella canosa patana, de mandíbula prognata y tragos cortos de rumiante, me exasperaron. Mientras comía el menú de la indignación, mi camarero la sirvió un Rioja con una cómoda familiaridad que me molestó aún más. Mujer y perro parecían polos opuestos del mismo universo zafio. La miré con fijeza, lancé improperios y alguna fingida patada con el propósito de encontrar empatía en aquella siniestra terraza. A nadie parecía molestarle aquella aguja en el oído. El perro gruñía a los transeúntes y ladraba a sus congéneres con el estatuismo de su cazurra propietaria. Aquel mar de inmovilismo deprimió a la nata del postre. Mi cabeza explotó y pedí la cuenta. El camarero enfiló hacia mi mano, haciendo parada en la mesa del infierno. Aquella insensata degustaba un rosario de saliva desde hacia más de una hora con el vino intacto sobre la mesa. «¿Pero cómo no ha dicho usted que quería comer, señora?», fingió el camarero. «Es que...» -la miré con la atención de quien piensa que la vida es maravillosa- «No quería molestar».

viernes, 21 de mayo de 2021

EL MONSTRUO

En el espejo hay un monstruo que se parece a mí. Tiene los mismos rasgos e imita cada gesto que hago, aunque no sabe lo que pienso de él. La bestia sale con sus palabras fuera de tono a cerciorarse de que la imagen es falsa. «Soy mucho peor de lo que ves». Hace siglos que estoy tan lejos de mi hombro como de mi hambre, que no soporto la pereza de mis repeticiones. Que me cansa el cansancio de cansar a quien me sufre. De tan harto ni duermo y me regocijo en la soledad solitaria del insomnio, en el movimiento de las hormigas, en la horas en que la noche hace posible las cosas. De repente, el libro saca su lomo, la idea su palabra, la piel un lunar nuevo. Cómo he llegado a este espacio sin tiempo, a este segundo -ese- que parece sacado del nunca. Y a poco, el monstruo se diluye con el bálsamo de otra palabra que respira. Y cuando pienso que ya nada puede ser, vuelve la repetición del sueño con su cama repetida. Las sábanas crecen como telones, las persianas se afilan como guillotinas y la luz como un lamento que lanza su claridad de siempre. Repito la queja que alimenta al monstruo que se mira en el espejo e imita cada gesto que hago, pero no sabe lo que pienso de él. La bestia sale con sus palabras fuera de tiempo a cerciorarse de que la imagen es falsa. «Soy mucho peor de lo que ves».

martes, 18 de mayo de 2021

LA VENTAJA

Lo llamaron esperanza, pero era resignación.

Nadie olvida la piel de una mirada.

La manta aportó la fe.

Que la casualidad sea obligatoria.

La tristeza era exigente.

Contemplaba la trayectoria del vacío.

La belleza va despacio.

Cuando odiaba tenía miedo.

La soledad tiene la ventaja del silencio.

miércoles, 12 de mayo de 2021

EL VERDUGO

Mientras camino, abro la cama o friego los cacharros, viene la idea con su plumaje y me atraca la belleza. Esa ilusión deja un cabo suelto. Es la cuerda de una piñata que imagino cuando veo los versos por el suelo. Saco el niño, recojo los caramelos, y los chupo mientras fabrico la idea que antes no pude escribir: “la depre es perder mucha ilusión en poco tiempo”. No queda. Se le ha pegado tierrilla, algún pelo y no suena. Intento explicarme que cualquier vida pierde su alegría en el zarzal de los años. Dejamos jirones de entusiasmo en las despedidas, los antibióticos y los despertadores. Hasta aquí, nada nuevo bajo el sol. El eclipse, la luz negra de la tristeza, se avalanza sobre nuestro ánimo cuando el verdugo nos tapa la mirada como cuando mi madre embutía agobio para no coger frío en la garganta. Como si ese segundo de lana, oscuro y asfixiante, se prolongara sin poder ver más allá de la incertidumbre y todo fuera un manotear en la angustia, un caer en el abismo infantil de un charco, como escarbar dentro de la nube con su disparo de palomita. De pronto, una madre que no es mamá, viene y nos ajusta la prenda de la vida y vemos con otros ojos que no es más que la mirada en su sitio.

martes, 4 de mayo de 2021

EL CORTE

Nunca pensaron que un «hasta mañana» pudiera quemar un folio, que una llamada partiese el tiempo por la mitad. Nadie imaginó que «fichar» suicidara una metáfora ni que veinte años de siempre terminasen en «otra vez», pero cuando los bomberos apagaron el incendio, aquel poeta calcinado presentaba tantos cortes como páginas tenían sus obras incompletas.