jueves, 28 de julio de 2022

LA PROMESA

El tiempo se mueve.

Sopórtame el amor.

Lo que no llega te alcanza.

Verso de origen sostenible.

Hay compañías de retiro.

El tiempo desinfla su levadura.

Los raíles van por su invento.

Incumplió su mirada.

 

jueves, 7 de julio de 2022

EL BARRO

La memoria la hace el dedo que aprieta distinto. Deseamos porque no ocurrió. La flor se marchita según quien le arranque el recuerdo. En estos lugares de barro, donde solo ocurre el tiempo, la intemperie sestea por las alcobas donde dormir quema. Aquí los pozos se cortan las venas. Los objetos se abernardan. Se desabrocha la escapada y se derrama lo íntimo. Aquí se chilla el ruido. El barro conduce el metal de los tímpanos. La fiebre despierta a quien sueña. Las jaras se pegan en la frente para que ningún labio bese como un padre. Que nadie sepa su origen. Que se tumben, que sientan la mano que nos usa. Que cedan al grito. También el sol te queja. Araña sudor y aire. Arde como un eructo de pólvora y riega las casas de fotografías. Aquí todo se apoya en la seguridad del cansancio. Los respaldos se inclinan, los libros se tumban. Tratan de esconder la sombra con el pie de los domingos. Campanas, trajes y rencor. La fiebre duerme en las alcobas como una lengua cavernolienta que deglute los ombligos. Las niñas se tocan el vientre con un índice de silencio, y sudan.

miércoles, 6 de julio de 2022

LA MIRADA

El amor no sabe escuchar.

La trascendencia no coge los chistes.

Justicia de mercadillo.

La belleza incomoda.

El sol grita polvo.

Cambio estático.

El tiempo bebía emoción y meaba horario.

Competían igualdad.

Hay ojos sin mirada.

sábado, 2 de julio de 2022

EL COLUMPIO

La mirada anda apoyada en el balcón como si nada, cuando se escombra un chorro de lija. Detrás, como el debajo de las piedras levantadas, aparecen palabras que se esconden rápido, gestos que dejamos olvidados y la memoria que guardamos por si hiciera falta. Detrás del picor, vibra un móvil y se esconden las lagartijas. Volvemos a notar que las cosas nos miran. Se cerraron las alcobas de la aguja. Vuelven los avisos a los buzones y el mapa de los despertadores. ¿Quién maneja los despertadores? Qué mano arranca los calendarios del ritmo. “Prohibido el paso”. Vivimos en el algo ocurre, en el segundo mudo del no. Gracias a la sombra, esa sombra, vuelven a abrirse las puertas de la carne. En alerta, alesconditeinglés... Recojo las cosas, cierro el libro. He vuelto a perder en el juego del movimiento. Hay que detenerse, sostener la mirada debajo del párpado, mantener la memoria del ocaso debajo de las piedras por si hiciera falta. El océano del sol se inunda de calma. La tranquilidad se enfría como un metal tocado, como el aliento de la almohada. Algo se detiene en el segundo pensativo que apaga la tele. Una brisa evoca los matices de la caricia. La mano siente distinto si enlazamos los dedos, si se coge entera como si fuera un niño o se engancha del meñique como un primate. Cada caricia emociona diferente. El matiz hace el cambio que ya sabemos estático. Y vuelvo a ordeñar las tardes. Desgrano con ojos de orégano a las gentes. Aparecen los muertos y se borran los vivos por una tarde aburrida. La vida se anzuela a los lugares, como si la memoria fuera un obituario de calles y fechas con apellido. A veces salgo a pasear con la metáfora para que me cuente las cosas que no vemos. Sentimos la emoción enjaulada de las mascotas, la angustia de no saber lo que sabemos cuando miramos su mirada. Hay un qué detrás de las formas, una molécula y una gota preparadas para el universo. Hay sonidos blancos por las cuencas del alma y motas de polvo que dibujan su vuelo. Un columpio se mueve.