viernes, 29 de noviembre de 2013

LA PRESENCIA

A mis padres.

Aunque se piense y se sienta
a sí mismo solitario,
el hombre nunca está solo
por mucho que quiera estarlo.
José Bergamín.

La soledad está, orgánica como un latido, como el oxígeno que cabalga desde las rocas hasta no se sabe qué microscopías. Se concreta en la mañana imprevista y eso que llamamos improbable. La tristeza no es más que soledad. Somos la soledad que sentimos. Bebo para soportar la alegría, para llorar mejor. Cuando las flores se secan, cuando vuelve la noche a traer el frío a las uñas vamos comprendiendo a las estrellas. El hombre no está solo, es solamente soledad, soledad compartida en soledades. Miramos el espejo para sabernos reflejo de nosotros mismos, esa sombra de luz que fingen los cristales. La soledad es una muerte que se vive. El muñón que cabalga entre las zarzas del entusiasmo, la desangrante alegría. La muerte es sólo una idea, la soledad es la presencia de los muros, el ahogo del gemido, un orgasmo de silencio en contra. Inasible como el tiempo que dispara, huye para quedarse desde su esfigie presencia. Dime entonces, quién puede olvidar.

jueves, 21 de noviembre de 2013

EL TROGLODITA

La asfixia de la vida se va en su continuo quedarse.
La sangre es de cristal.
La dignidad se entiende desde la biología.
El caos es normativo.
Llamamos camino a la búsqueda del encuentro.
La mujer es un monopolio.
Que tampoco la duda sea firme.
La caricia esconde su genio.
Toda docencia tiene su confesionario.
La dignidad hace de la locura una estancia.
Kafka ensangrentó la asepsia de los ficheros.
El académico pretende diccionarios de suerte.
Querer es desear. Poder es hacer.
El llanto recuperará su cauce.

viernes, 15 de noviembre de 2013

LA CUEVA

Para El Alemán.

El aire es una herida vigilada (el sol granula los relojes hasta el abismo), la intemperie una matrioska controlada por la suerte. Quién pone fronteras al límite. Cruzada la risa quién puede señalar al dedo. El bosque es un bosque para el bosque. Ramas que azotan el rostro por más que nos cubramos la cara porque la risa sigue ahí como una cicatriz imposible. Atravesado el túnel nos queda el aire con su inevitable cómo. La mano desaparece cuando llega el miedo y en ese vértigo caminamos con la urgencia mutilada. La pedagogía supura lo inconsciente. Situémonos. Devolvamos al negro su honestidad, el silencio marchitará las flores con su otoñal colorido. El silencio cumple su palabra. La cueva es llamar a un fontanero.

sábado, 9 de noviembre de 2013

EL BUENO

"El bueno de corta inteligencia no llega a tonto. Se queda en discreto"
Miguel de Unamuno.

La mala persona se define por su oscuridad nauseabunda que detiene la debida profilaxis. La muerte es un ejercicio vital que estercola. Sin embargo, la vida es una mortandad debida a las buenas personas. El bondadoso asesina de continuo, desangra, te agoniza. Hace del asesinato una muerte involuntaria, condescendiente, ágil como el botón de los misiles. Es la asepsia macabra de un proceso burocrático, leer a Kafka en el corredor de la muerte. Ser bueno es una torpeza, un egoísmo vestido de blanco, un imperialismo ignorante, ávido de caricias, peligroso por involuntario como la decapitación de una amantis. La bondad nunca se enfrenta, es sinuosa como la carcoma, como el tic-tac de un reloj invertido. Te amordaza con la apariencia de un beso, con la fatalidad de lo fortuito que suelen llamar visita. Hilvanamos una resignada actitud de feligrés doméstico, primer síntoma de que la docilidad nos ha impregnado con la tos aplacada de los virus sin mano. La bondad jibariza con losbuenosdías, hacesol, estásmásgordo, redes de melonar con que recogen aceitunas. La bondad es pacífica y ahí radica su peligro. La bondad toma forma de manzana, sopa caliente y otros espectáculos de domingo en familia. Es el oxígeno venenoso de las noches vegetales disfrazadas de discoteca. La palabra bueno viene de bonito que viene del griego cáscara, es el fruto del hueso. Bueno es el vacío que forma el eco, la oquedad de una honda en el agua. El bondadoso suele ser limitado, un lastre de la memoria revestida de afecto, una piedra a la que hemos cogido cariño, su inocente veneno. La bondad esquilma tu soledad. Llega alegre, con la compañía del azúcar para fumarse un cigarro. Viste de rojo, de un carmín televisivo y tiene nombre de pasado. Huelen a pena, son dóciles, pero gozan de un exquisito egoísmo atávico que subliman con la escenografía de la emoción. Se les reconoce por sus cumplidos, su intachable conducta y su soltería. Son lo peor porque se hacen daño a sí mismos.

viernes, 8 de noviembre de 2013

EL AGUA

Para Rosario y Antonio, 
líquidamente agradecido.

A través de la ventana contemplo un muro gris. Desde casa, no puedo alejarme para ver más allá de ese lienzo. Apenas atisbo un paisaje amarillo y ocre cebado por la niebla. Al salir, comienza el frío, un olor a leña húmeda y polvo de desván. Son las casas deshabitadas que el otoño rebela como una intimidad de sábanas que necesita airearse. Escapo al encuentro de la piel como un tallo que se estira hacia el olor. Corremos a la furtiva escalada de los muros. Llegar a la visión, disfrutar. Y con la lluvia cerrar los ojos a la intrascendencia que vendrá. Colorear lo inevitable, las plantas sobre la acera para el calado. Subir otra vez para bajar mejor con el salto al vacío de los consolados desde el podium de los que llegan tarde. El agua ha hecho crecer el muro. 

sábado, 2 de noviembre de 2013

LA NOCHE

La noche llega con su ejército de hormigas por los párpados. Es la vigilancia del sonido que hacen las piedras mirando a la luna. La noche tiene su humo de troncos aciagos, su quemor de cognac, su víscera visible. El frío es nítido como una uña cortada. Las hojas suenan poco con su vértigo mojado por quién sabe qué lagrimas. Las puertas con miedo, las camas a golpes, un astillar de dedos que sangran. Unas manos se frotan, unos ojos se encuentran. La noche es un encuentro, volver al momento de la pérdida, encontrarnos en el solar con escombros del temblor. Allí, desnudo y cotidiano como un preso que defeca, una atmósfera macabra nos reconforta como lo hacen las cosas inevitables. La noche es un tiempo para la luz. Es la soledad más tranquila cuando la palabra imagina su niño mirando los cajones. La cerradura, el desván, angustias simples de piel nocturna. Un sexo urgente que se limpia solo. Una promesa incumplida, algo que se cae, huido por amor. La noche es el provecho de la tragedia, el momento que elige la danza para sublimar el ritmo. Es un labio desconocido, prisa por vivir mejor, posar la mano en el púrpura y esperar. Si algo ha de pasar, será entonces.