miércoles, 5 de enero de 2011

LA OSCURIDAD


"Aquí no se salva ni dios. Lo asesinaron".
Blas de Otero

El hambre. Y otro pellizco más, otro dedo metido en todas las tartas del mundo. El manto de la noche, sutil, voraz. A sabiendas, los días vienen frescos, traen granizo y presidentes de gobierno. Y un mar de ventanas por donde saltarán los suicidas hacia montañas de hospitales. Es el silencio de las palabras, la sordera que se genera en los tumultos. Los legajos afilaron sus bayonetas, limpiaron los cristales, conformaron el brillo. Y otra capa más, más lana, más calor para la noche donde comprar una pistola con bufanda. Todo fue puré y sorbos con pajita. La baba la retiraban mujeres adolescentes de pechos tersos y abultados. Jóvenes que suplicaban sexo a cambio de palizas. De los jardines arrancaron todas las flores para fabricar parques y un coro de jabalíes aprendió a mecer los columpios de los niños. Todo era hambre bajo la capa de la noche, noche ya caliente que anunciaba tormenta. Y la noche sonreía con su humo blanco de carcajada para no sentir el plomo de los días. La derrota se fragüa misteriosa e inevitable, como el olor a podrido de los retretes.

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