jueves, 10 de noviembre de 2011

EL MISTERIO

Sobre la tarde la juventud de las preguntas, en las mañanas las decrépitas respuestas. Durante la noche un enigma de silencios que se oscurecen. Las profundas ingles, los abismos oculares, porque la vida es roja si el viento se para. Sobre la arcilla, como se tocan las figuras, los matices renuevan el misterio. Para entonces, cuando la vista ya no es necesaria, el sonido es un olfato peligroso. Dime quien eres y te diré quien eres. Amasando su silencio nadie reconoció el grito. Dame un abrazo –dijo- estirando su cuello hacia el naranja. El ruido manoseado. La piel sobre la mesa. Oidarnos el cuerpo. Que los ojos escuchen. Que de los dedos pendan las orejas como capanillas. La nariz un oído. Y distinguir el sabor de las voces para nutrirnos del misterio, como quien oye un te quiero.

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