miércoles, 31 de julio de 2013

EL VIAJE


Para Antonio Pedrero Rubio,bibliofilo estepario.
 Agradecido.

A veces la memoria vuelve de un asesinato. Cientos de muertos por la luna veloz de los sueldos miserables, óbitos de obrero (quién recuerda esa estadística), los brutos beneficios, la vivisección de una autovía, sirven para algo. Allí, sobre aquel pueblo invisible, en una cocina minúscula, con la foto de la abuela en el marco inferior del calendario, una mujer prepara la cazuela mientras piensa en su miserable vida, en su despreciable marido al que soporta por el sustento del que dirán, por ahorrarse un sufrimiento, por los hijos del pollo está poco hecho y falta pan. Ella no ve a su madre, años queriendo morirse desde los márgenes del 2009. Obsolescencia programada, la metafísica del pollo que no sabe conducir. Las líneas rectas como concéntricas elipsis de horizonte. Extensiones cavilosas donde los calendarios y los mosquitos no saben que alguien viaja hacia el capricho (viajar es eso) para empatizar con su silencio. En mi soledad vive mucha gente. El viaje es la metáfora de don Quijote y la señora de la cazuela. El sol cae como un mosquito, como una cocina, como el sanchopancismo de los hijos que regresan para la sopa. Cervantes sabía que la locura es algo vulgar, un calendario con fotos de un viaje permanente por la autovía del miedo, un mosquito que vuela de sangre en sangre, una mente en busca de reposo en otras ansias. El viaje es la distancia de los cuadros, la perspectiva de ver que necesitamos los miopes. Pagada la gasolina no arrasamos Irak en balde. Miles de muertos como mosquitos en la luna de la Historia. La sangre como combustible, el ocio como excusa. Y allí un abrazo triste como la soledad de las cosas particulares vino a refrescar al sol que ya iba por el púrpura cotidiano de los viajes normales.

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