jueves, 5 de septiembre de 2013

EL MITO

Mi padre, que viene de Julio Caro Baroja dice que eso de generalizar no sirve. Vale, pero hay un algo, no sé ni cuánto ni cómo, que nos hace -a unos cuantos Papá- tender al mito como si fuera la teta del carácter, por eso nos hacemos la foto, encendemos la velita y floreamos la biblioteca. Los puestos del Sena son ya torreifeles de baratillo que los moros venden a cinco un euro por las Tullerías y los bouquinistes pues a cinco el Flaubert. París deslumbra por la arquitectura de tanque y porque las iglesias son gratis. Nosotros somos más de callejón y orín de gato, de un cotilleo de andar por casa y del visillo de la Puri. Del dinero negro de la catedral de Toledo y de las perrunillas de la clausura de Silos. Por eso uno que está acostumbrado al regateo del Moyano, al no entenderse ni con su brodel duodenal, chupa del mito para quitarse el complejo. Y con el Bergamín escrito en un billetito de metro y un Rubén Darío en castellano que ya le había comprado por dos euros, le chapuceé un “friend of Malraux” al gabache que me miró serio y con la calma de quien siente no poder ayudarme remiró sus libros. Contrariado por no disponerlo me hizo entrega de los dos euros del Darío. Ya se va uno con su complejo de paleto reforzado, con su pobreza estoica y un ánimo de solidaridad en las palabras que no me dejaron decirle “mercie” pero que entendió con mi gesto derrotado. El español mitifica con la teta, con el pecho que le olvide la leche en polvo y el queso amarillo. Con el destape que arrugue las sotanas pederastas del castizo medievalismo. "La teta y la luna" que filmó Bigas, "La libertad guiando al pueblo" que pintó Delacroix también va con su teta/mito por delante. El pintor debía tener su genealogía por la Iberia porque el francés es más de muslo rojo a lo Lautrec. En el Louvre comienza uno a darse cuenta que el homenaje a los republicanos españoles es un camelo vestido de flores tricolor. A Talleyrand lo único que le importaba es que no le quitasen el tesoro y vende historia, patria y olvido para salvaguardar el expolio imperialista de Napoleón con el perro yanqui del Plan Marshall. Ahí se vuelve uno más familia. Te acuerdas de la frase del Perico y de la antropología de don Julio. Al final el mito es el mito y uno en Madrid se topa en el rastro con Paco Clavel y en París con Woody Allen en la W.H. Smith de la rue Cambon. El mito se lo crea uno porque al final lo importante de la teta es el calostro que ahora dicen los vegetas que hay que cambiarlo por la soja. Lo que alucina de París es su tanque, su horizonte arrasado por las avenidas, su imperialismo. Lo que alucina de París es lo bien disimulada que está la sangre porque además no venden la morcilla. Allí todo es perfume, vino y flores Lafayette. El yanqui fundió el victorianismo inglés y al napoleón de Versalles y le salió un B-52 sobrevolando el Bronx cosa que celebran cada 4 de julio. Que detrás de la teta se esconde la luna, nos lo dijo Bigas que se apodo selenita para dejarlo claro como un cráter. Caminamos sonámbulos para ver cómo nos hipnotiza. Yo venía por los aires del Pirineo pensando en los euros del Darío sin saber como darle las gracias a aquel gesto de aquel librero sin tetas que ni siquiera me entendía y nunca leerá esto. Me ha salido esta umbralada columnaria que el politique de turno fundiría para levantar el monolito a lo Vendome. Así que nada: mercie Rubén, mercie bouquiniste.

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