lunes, 13 de marzo de 2023

EL PORNO

Un polvo desafortunado o polvo loco por Radu Jude

Yo creo que le dieron el oso de oro a Alcarrás para compensar el Porno loco de Jude. Se les fue la justicia de la mano al premiar Sexo y buscaron lo más convencional que había para nivelar la romana. El título de Carla Simón suena a las curvas que tomaba Luis Moya cuando perdía los Rallyes de Carlos Sainz. La catalana es un desbarre que no he visto ni pienso, porque hay cosas que se intuyen por emanación como decía JRJ. La paciencia, con sus cojones por fuera, tiene un límite. Y en la España póstuma estamos hartos de que vengan a filmar buñueladas sin más ánimo que vender la copia y ganarse la ayuda al buen rollo. El de Calanda, por lo menos, hacía películas de combate porque él venía del boxeo. Y si hacía falta pues tiraba un burro por el barranco de un avispero. Adenex vino después, con la subvención. Buñuel tenía fuerza, denuncia y verdad por mucho que los hurdanos sigan sin enterarse de que existen gracias a él. El emperador de las cabras prefirió quitarse el complejo a base de Netflix y paneles en Los Barruecos. Mientras, la gente Libre sigue su denuncia documental de la región con disimulo folclórico, marginados en los horarios que da el prestigio. El Lince tiene las botas con agujero de tanto patear renovaciones. Es lo que da vivir por temporadas cuando se es honesto. Radu Jude tiene cara de dibujo de El Jueves. De los quinquis que dibujaba Ivá en las viñetas de Makinavaja. El director rumano no luce bien en las alfombras porque no le abrocha el traje. Además cómo se le dice la sinopsis porno al Corazón, corazón de Igartiburu. La película tiene un descoloque a lo Fraude de Welles, a lo Million Dollor Baby o a lo Abierto hasta el amanecer de Rodríguez. Es de esas películas que van de otra cosa. En la estética recuerda a las cosas que hacía Todd Solondz, Miranda July o la moto acuática de Aranoa en Barrio. Jude te enseña la vergüenza con gracia. Parece ser que los rumanos son los andaluces de Europa, y por eso te vienen fogonazos de Pasolini en Ricotta, de El ladrón de Bicicletas de Sica y hasta del paisaje urbano de Taxi Driver de Scorsese. El cabrón de Jude te pone una venda y te quita la piñata. Te pega un palo y te enseña las cosas en que no te fijas, sin moverse del sitio como los mejores planos de John Ford y el toreo de Manolete. Hasta lo fortuito se llena de sentido y un gusto underground a lo Jess Franco y John Waters que para sí quisiera Cassavetes. A veces la película se pone en silencio coreano y otras parece un fresco bullicioso de Berlanga. A veces nos muestra las aceras del Jesús de Bruno Dumont y otras los escaparates cerrados de Amalia Avia. A veces piensas que va a salir Ken Loach con la gracieta de Daniel Blake y otras una meditación de sangre a lo Tarantino, pero no. El cabrón de Jude se pasa por el forro a Albert Serra porque, además, no va de propuesta. A veces tiene un tono documental casi de arquitectura, otras parece un sketch de los Monty Python, o las cosas que hacía Boadella por TVE, que ponía mi padre para dormirse. Sí, tiene momentos que parecen To er mundo e güeno de Summers y buscamos de reojo la cámara oculta de José Mota. La peli es pura frescura. Se carga el género porno y dota a la actriz protagonista (Katia Pascariu) de todas las preguntas que cabría hacerle a Irene Montero. Mientras pasa el metraje, se va uno escurriendo por el sofá pabajo, como ocurre cuando follamos o dormimos la siesta de golpe. Vermeer, Jan Saudek y hasta Roy Stuart se te vienen a la mente. También aparece el Cavestany de Gente en sitios y un poco los colores de Kieslowski. Otras evoca hasta al puto David Attemborough visto desde el esperpento de Valle. También hay Solana y un poco de Ramón. Por eso extraña, no ver a Goya por ninguna parte. Si no fuera porque es así, pensaría que me estoy mintiendo para parecerme a mí mismo en Trilogía 59. Para rematar la sal gorda de la trama, la paródica asepsia moral, se da durante la pandemia para que nadie se olvide de la chorrada que nos ha hecho mejores. A la peli le sobra un bulto de 25 minutos que le queda bien porque la hace más fea. Lo diré: Radu jode, y mola.

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