La chorrada de ser humilde viene de la culpa de haber nacido en Villatripas de Abajo. La humildad bien entendida consiste en no ser gilipollas. Es decir, que ser humilde por ser pobre es otra chorrada porque se sigue siendo de derechas y echando horas que no te pagan. La gilipollez aglutina al humilde, al paleto y al votante de Vox, que además de ser del Atleti suele ser el mismo hombre en busca de pesebre, que diría Viktor Frankl. Quiero decir, que más que ser humilde, lo que no hay que ser es gilipollas, porque el gilipollas suele ser soberbio como primera acepción, pero también dócil y apocado como segunda. Ya sabemos que en misa se llama bueno al que abre la boca y cierra los ojos para recibir la hostia que no por bendita es menos hostia. Y además pone la otra mejilla (cosas del cristianismo). Humilde se es sin querer y viene tatuado en la nómina del paro y la infravivienda. La humildad como concepto es una chorrada porque lo asimilamos a la modestia y toda modestia es falsa y no hay peor soberbia. La humildad bien entendida viene por negar la gilipollez. La gilipollez de ser humilde lo primero, y luego las demás. Como hacer pilates, el pagafantismo o comer con la familia los domingos. La humildad -la palabra lo dice- es la edad del humo, el pufo que nos cuela el lenguaje por el rondón de la frase hecha, que es la forma de no revisarle las faltas de ortografía al pensamiento. Aquí de lo que se trata es de no ser gilipollas. En exceso, se entiende. Gilipollas somos todas por el hecho de haber nacido, que diría Ciorán. Luego ya cada uno se pone el lazo, se maquilla el bigote, se apaña. Se busca el enchufe para venderse la moto del funcionariato, la subvención de empresa ruinosa o el contrato basura de alta flexible y bajas a medio morir como quiere la Ministra. La palabra lo aguanta todo, por eso hay que ser gilipollas y humilde para ser tonto de remate. Mentiras para una vida, sería un buen título para que Netflix enganchara a los humildes gilipollas con un rosario de negocios en abanico, como si fueran cromos repetidos en el sile/nole del menú del propio Netflix. Si usted dice eso de hayqueserhumilde tiene números de ser gilipollas. Hágaselo mirar porque es la tapa del pensamiento troquelado por la gilipollez ambiente, como si fuera un smog urbano que alguien ha subido a la nube del Instagram. Mire si dice postureo, tardeo, o si tiene mascota, complementos inequívocos del gilipollas humilde. Decía, que con no ser muy gilipollas, vale. Procúrese un poco de aburrimiento decente. Váyase a un parque a ver cómo lloran los niños porque sí. Sin mayor razonamiento. Ha de saber que los críos ya no se desollan las rodillas porque no hay arena. Ahora los columpios están acolchados con tartán y los castillos se hacen en el aire del mimo. Hay -según cifras oficiales- más perros que niños en las grandes ciudades. Quienes sufrimos las meadas y ladridos intangibles de las mascotas ajenas, sabemos que el perro es el mejor amigo de la molestia. Lo digo desde la humildad porque otra gilipollez de la palabra humildad es la sinonimia con respeto, cuando el respeto y la humildad no son palabras ni conceptos sobre el papel (humildemente lo digo), sino actos en la calle de Celaya. Uno está podrido de ver humildes y respetuosos pisotearse la poca decencia que les quedaba con el primer miedo que se encuentran por el Telediario. Lo mismo da una vacuna que un mena. Lo mismo el escarabajo albino de Nebraska que el jabalí salvaje de Entrevías. Hay que temer hasta del hijo adolescente que, para colmo, ve porno. Está claro, solo vemos la paja ajena. Y es que el acojone viene de serie con el gilipollas. Es por esto que tampoco tienen culpa, pero tampoco el candor de llorar por las esquinas del verso. Hoy la inocencia se antoja una obscenidad, verdadera pornografía y no la que ve su hijo, señora. Al final cada uno hace lo que puede y purga su gilipollez como le dejan sus atrofiadas entendederas de Homo Siemens. No seamos gilipollas. Lo digo con humildad.
miércoles, 30 de octubre de 2024
miércoles, 9 de octubre de 2024
EL SUSURRO
La locura necesita público.
Cada trompeta con su torero.
Sin mérito no hay igualdad.
Repetición para muescas con matiz.
La fluidez no cicatriza.
El fuelle de la paradoja incendió el verso.
Marchita la esperanza germina la perspectiva.
Hoy asombra el pábulo.
La lectura como mito de la venta.
Donde fueres haz que no vieres.
Conoció la empatía por el camino del miedo.
Nutro la existencia con susurros de silocina.
sábado, 5 de octubre de 2024
LA CÁSCARA
Algo se filtra. La visión pasa a 0.6
en un movimiento hidráulico. La conciencia entra en el universo,
dentro de la mirada, como si los ojos sacasen los codos para
ensanchar la realidad y los colores respiraran. Con la sutileza
cromática de un violín que llora, con la sensibilidad de los
pétalos, como si todo fuese lengua. Amniotizas, revoloteas por la
zeta, como si la línea del horizonte fuera el infinito de un ojo
cósmico por el que fluye la realidad. Ahora la piel es una oasis de
mar donde la arena funde los relojes. Ahora parece que fuera siempre
para mañana, que la mañana fuera esa nube lenta que se fue.
Suspiras para respirar, para asimilar la sutileza anaranjada de la
tarde. La belleza tiene esa zeta de piel, esa línea que acaricia el
dorso de la uña. ¡Ah! Una pica de ánimo te clava a lo
etéreo. La melodía se yergue como un tallo. Fluye, se desliza por
un lugar sin sitio, por un tiempo estático. Hacia el volumen penetra
la importancia. «Ahora entiendo la cáscara del sonido que envuelve
la palabra». Intentarás retener el aire de aquella emoción con
madejas de poesía. Querrás ponerle el traje a lo invisible, a la
paradoja donde rezuman las montañas, a los bosques por los que
fluyen los ciclos, al agua inexplicable, a la savia que acude a la
última hoja del último árbol desde la raíz más enterrada en qué
misterio. Suspiras para asimilar tanta belleza con la seguridad del
secreto, con la certeza que los ojos trasmiten con lágrimas que
escapan solas. El silencio impone su lenguaje. Siento piedad del
alfabeto y me dejo llevar por la honda, por ese hueco infinito que
barruntan, por las dimensiones de lo incognoscible. Sientes la pavesa
del cosmos, la energía de lo cuántico. Entre la resignación y la
complacencia habrá surgido el eclecticismo que compadece a la
complacencia y a la resignación. Física y química hallan fundido
el instante con ebriedad. Cómo juzgar un microscopio. Qué moral
aglutinan los electrones. La luz de las estrellas rompe la dimensión. Todo llega a su remanso, a la catarsis evocada del
confort humano. «Cuánta belleza», mientras cierro los ojos. Cierro
los ojos para no hablar en lenguaje, para licuar en oscuridad el
pensamiento. Entonces la geometría estalla. Chilla colores de
movimiento incandescente. Suspiro para asimilarme, para volver a
tierra. Vuelvo al horizonte, a la uña del sol y la piel de la
atmósfera en que reposa el misterio.
miércoles, 2 de octubre de 2024
Suscribirse a:
Entradas (Atom)