viernes, 24 de octubre de 2025

EL FETO

Nexus 2025

Hay un caño en la noche. Cómo se puede explicar la brisa. El recorrido que refresca los relojes, como una ola de ancestro, como el mar que se concentra para explicar el tiempo en un gesto que está por ahí, encima de tu cara; será casual. Una mano, una palabra, un pezón que se esconde en cualquier pupila. Esa grieta dilatada por donde entra la claridad oscura, con su serena nana. Na-ná, na-ná. Y la música se enciende entre la sangre como si la melodía fuera, ¡ay! un día de cole. O esa flauta de Hammelin como una ele que te guía. Está claro. Todo está claro hasta que llegan las palabras, que se abisman por fonemas, que resbalan sílabas como lágrimas saladas, como salitre de ceniza en bocanadas de carmín. Es la afaxia del cosmos cuando le miras. Atavismos como un labio descolgado, como la ternura de un cuello visto desde atrás o encontrarse un chupete por el suelo. «Sígueme», «adiós», «esa es la tuya». Chechu, yo antes escribía con el ímpetu de la pe atravesada y mírame ahora. Ahora un fluido granate me repta como un gusano curioso. Se para en lo distinto. Funde lo visto. Se intestinan los bolígrafos, la tinta capilariza la celulosa como si fuera un micelio extraño. Se afetan los conceptos. Y cualquier verso parece un fractal de Las ciudades invisibles. Cómo he llegado hasta aquí, Miguel. Preguntar ya no responde. Preguntar es otro soplo, más brisa, que levanta las faldas a la mueca. Parece que necesita silencio esta música que nos guía. Atención y nada más. Atención para estos ojos, para estas pupilas que borbotean. Nata de cariño por los márgenes, por las soledades (cada cual con su espejo) como una baba de catinona. Ya veremos, puede ser y que más da. Más misterio para la brisa, más frente para el instante que pudo no haber sido, y sin embargo... Ramón, Rocío, Ramón («llevo tu tatuaje en mis dedos»). Pupilas como pétalos. Te irás / cómo llegaste; te irás / cómo llegaste; te irás como llegaste. La trascendencia relaja un susurro de hasta mañana como un pestillo mojado (ese asco pequeño como la tripa de un reptil). Y siempre tu memoria, y siempre el tanteo de quien eras. Y siempre tu mano -el revés binario de tu vida- como la alegría trufada de misterio. Salitre sin telón como los cantantes que tienen algo. «Ahora me cuesta más componer» dijiste. ¡Claronotejode! A quien le hace falta esa migaja cuando se siente a chorro, cuando Antonio Lobato toca las notas de José Andrés mientras se corta chopped. El souflé se remansa con la brisa, como un un oxígeno de un fuego inverso. Extraño mi extrañeza. Me siento conocido por mí, por todos mis compañeros y por mí en un ellos, donde jugamos a ser. 

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