sábado, 15 de mayo de 2010

MAÑANA

A pequeños pasos de piel muerta he ido perdiendo calor y ahora soy todo frío. La fiebre es una muestra más de mi certeza onírica de pestañas que se introducen en mis ojos como calzadores que vienen de caricias salvajes. Ayer hablaba firme sobre el mundo mientras la inocencia de las niñas se entristecía en ojerosas miradas de miedo. Nadie pudo convencerse de nada. Su inocencia pertubada conmovía. Toda mi firmeza se licuó en sus babas, en la ínfima costra reposada en sus mejillas. En estos instantes es cuando uno reafirma su silencio. Cuando todas las horas de la noche son pocas para llorar las sábanas. Para jugar al escondite con las palabras. Para animalizarse en caracoles sin concha ni baba ni cuernos. Ser la más nada, el aire inerte sin oxígeno, ser la nada sin física, ser la nada sin nada, lo más vacío del hueco. Es cuando la palabra eréctil se desinfla sin haber espermizado. Es cuando todo parece encogerse sobre mí mismo.

Su diminuta presencia, como una maravillosa maraña de luz, revoloteando.

Es un oído enorme. Esta noche el ruido de una fiesta cofundirá su atención con gestos de alegría (la catarsis es eso) pero su mañana, será tremendo. Pero eso, me han dicho con el arco de la lágrima penduleando, será mañana.

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