miércoles, 2 de junio de 2010

LA MANO

Se estropea el tiempo como una prenda que se queda pequeña. Pegado el estirón de las noches, la cadera deseca la saliva en los oídos y sólo resta el salitre de recuerdos, algún dolor, y muchas pérdidas. Ya nadie vendrá a perder la cabeza por nuestra risa. Algún amigo se acordará de tu nombre cuando cambien la tarifa del tiempo. Hay noches que el imsomnio me acerca al mundo de los gusanos y como lápices sin tinta. Gasto las sábanas ahogando los gritos en sueños eléctricos y por pesadilla tengo el despertar de nuevo. El misterio crece en la intimidad de la piel. La hierba conoce los secretos. Voy llegando a las orillas infinitas del hastío. Vengo de las paredes ocultas de la sangre. Cuando la tranquilidad del sosiego que se desliza de la brisa muere entre el suspiro leve de mis dientes, busco tu mano. No quiero que el astro lejano que concreta la noche, me reclame las preguntas. Tu mano es para mí la mano. El puente que aún me queda con la vida.

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