viernes, 17 de septiembre de 2010

EL RELOJ

El dinero es un reloj. Los segundos caen en el saco roto de la calderilla. La tarde tiende hacia el tono cobrizo del céntimo cuando todo es capitalismo. Capitalismo suena feo. Es como si tu hijo dice puta. Es la alfombra llena de trastos que nadie mira para que no le llamen guarro. Hoy todo parece recién envuelto para regalo, como si tudo fuese ayer. Tenemos la piscina, la tarjeta y el cierre centralizado. Al final todos cagamos por el culo pero ni eso vale decirse porque estamos cenando. El vino, la pollada y la casa rural con los amigos ocultan la tragedia del no saber querernos que es el no saber quererse. La vida es un reloj. Y en esos instantes en que todo es saliva, lágrima y sudor de polla, vienen los minutos a poner en orden a las horas, las colchas y el rimel de unos labios carminados con urgencia de fotografía. El calendario te lo regalan los bancos. Los amigos te regalan botellines, su risa y hasta un aburrimiento gratuito de cosas sin importancia. Los amigos te leen como si fueras la lista de la compra, por si pones nocilla que es lo que a ellos les gusta. Y tú, que eres buen padre y peor hijo pues te enrollas con la Nutella porque ya está bien de chope. No dejemos que los céntimos limen nuestras uñas, que los euros sean la piedra pomez del tiempo. Si tu sobaco huele a calderilla no permitas que te metalicen. Broncearse es tirarse al sol del asueto, que no te engañen con el metal. La vida es un reloj, vale. Pero de sol.

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