jueves, 30 de diciembre de 2010

EL PERFUME

Y de repente amanecen los horizontes con las manos extendidas. Hace frío, a veces nieva. Pero las manos se tienden como lagartijas inmensas con piel de pétalo. Todo un olor capturado para la tibieza. Es algo poco frecuente lo que está pasando con las manos. Pasan de ojos a rodilla para convertirse en manos crisalientes, como de una primavera extraña. Estas manos no son de este invierno. Van tapando las luces de las bocas, rasgan los envoltorios de la piel para buscar el fondo. Poco a poco, sin lenguaje. Son lombrices de ternura que sugieren otras cosas, otras melodías, otras posturas. Son larvas que gimen al encuentro, a la lana de la palabra, al reducto tibio de los ojos cómplices. Algo pasa.

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