miércoles, 23 de noviembre de 2011

LA ASPIDISTRA

"La congoja de ver que el cielo se hace bronce sin acudir a la tierra con el conveniente rocío"
Don Quijote de la Mancha.

Desdibujar las caricias. Sentir que la nada empieza su camino y busca tus manos. El afecto es un papel crujiente como el brillo de las monedas, y tus tardes una moneda, y tus noches crujientes de papel, y hasta tus lágrimas de níquel una líquidez que desangra por su filo. La tristeza anega como la niebla. Y los gestos inocentes de las tazas se agrian. Y los camareros parecen fotografías de primera comunión. Estar y parecer, ser y parecer. Parecer es el to be de los pobres que sólo entiende el lenguaje de la angustia (esa urgencia que se llama piso) y que duerme nervioso por el día. Quieres reír y no puedes. Hasta el amor se complica sin poder cortar las rosas. Por las noches los mordiscos hablan evasivas –no me apetece, son sus palabras- en una vergüenza arrogante, que finge correrse por las paredes del sofá. Es el dolor íntimo del mundo que comienza a desarrollarse con su fuerza arroyadora.

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