miércoles, 15 de mayo de 2013

EL AMIGO

A mi amigo Pablo Gadea.

La madurez debe ser un olvido de calendarios. El horario lo impone el capital, es el biorritmo del pobre, que necesita comprar el pan y hacerse el cocido cada mañana a las ocho. El horario es un poco la sangre lumpen que no aparece en la analítica que también se hace a las ocho. El calendario es la libertad vigilada, la ilusión necesaria de Chomsky, la esclavitud que mutó a servidumbre, el juguete de la ilusión. A esta podemos sobarle sin preguntar primero a la hermana menor del leucocito. Uno debe haber cambiado algo cuando el santoral le resbala como una cerveza recién tirada que se cae de un codazo de gentío. La cosa está clara: el calendario no es más que un codazo de gentío que te obliga a beberte la cerveza, así que he decidido tirarla. Con el horario por las nubes y el médico mudo, ando esperando al amigo como quien espera el milagro para darle mi ración de lástima, leerle un poco a Umbral, y decirle que le quiero. Ahora el amigo es lo único que reconforta, una vez que sabemos que no hay por qué llamarle ni quererle ni darle un beso. El amigo es la excusa, el sobre de cariño por debajo de la mesa. El amigo es un exceso de uno mismo que mira para otro lado. Amigo hay o no hay, lo de verdadero amigo es una cursilada de suripantas que derivan en amaneramiento afectivo que es lo peor, claro. El amigo es la mejor forma de enriquecer la soledad. La soledad no tiene espejo porque es un tiempo, el tiempo de la razón. La vida no es más que un egoísmo de la soledad. Esa soledad de derechas que engendra la vida y que ya no te reconoce. Por eso existe el miedo y por eso todos somos policías. El amigo es la soledad empática que se va el domingo y menos mal. Nos sentimos aliviados por su falta como un arrepentimiento del carácter. Nos ayuda a soledarnos. Todavía no ha llegado y ya tengo ganas de que se vaya.

No hay comentarios: