jueves, 4 de julio de 2013

LA SOMBRA

A Pablo Gadea.

La vida está pasando, abrochemos bien los anclajes. No hay que exponerse demasiado en las horas de sol, la seguridad es importante. Beber mucho líquido, evitar esfuerzos intensivos, las bebidas alcohólicas deshidratan. El tiempo fija el sueño sobre la apneas de la actitud. Somos la tristeza educada del todavía. Hay que mancharse un poco para que el baño de luz no acabe por generar alergia al sol. No caer en la confusión del sinónimo porque luz y sol son antagónicos en la escala de los cuellos. El tiempo y la vida son su parelelo. El tiempo es, la vida está, como polos opuestos de un mismo imán que el Ministerio nos advierte que evitemos para las cosas de la salud. El eufemismo de salud es la Seguridad Social, conceptos que se fraguan en el Consejo de Lexicografía del Banco Santander. El sol es un tiempo que calienta las caricias, un olor de adolescencia que regresa con las salivas tiesas a frotarnos la cara con madrugadas. Hay soles que se quedan junto al tumor para quitarle importancia, le damos coba al amigo pelma porque sabe quemar los instantes. La piel no aguanta más futuros, la piel es un sol de ahora que reclama sus frutos, el cerezo en flor del agua subiendo por la pierna. No hay mayor locura que la ignorancia alucinada, esa ignorancia hecha de padres y rutina que es la educación. Ni una palabra con la que asaltar el paisaje ni un beso a deshora ni un guiño cómplice que pida algo de metáfora. Sobre los días alguien puso un televisor y nadie quiso saber de dónde venían sus imágenes, de esa vida que está pasando. La vida pasa.

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