viernes, 29 de noviembre de 2013

LA PRESENCIA

A mis padres.

Aunque se piense y se sienta
a sí mismo solitario,
el hombre nunca está solo
por mucho que quiera estarlo.
José Bergamín.

La soledad está, orgánica como un latido, como el oxígeno que cabalga desde las rocas hasta no se sabe qué microscopías. Se concreta en la mañana imprevista y eso que llamamos improbable. La tristeza no es más que soledad. Somos la soledad que sentimos. Bebo para soportar la alegría, para llorar mejor. Cuando las flores se secan, cuando vuelve la noche a traer el frío a las uñas vamos comprendiendo a las estrellas. El hombre no está solo, es solamente soledad, soledad compartida en soledades. Miramos el espejo para sabernos reflejo de nosotros mismos, esa sombra de luz que fingen los cristales. La soledad es una muerte que se vive. El muñón que cabalga entre las zarzas del entusiasmo, la desangrante alegría. La muerte es sólo una idea, la soledad es la presencia de los muros, el ahogo del gemido, un orgasmo de silencio en contra. Inasible como el tiempo que dispara, huye para quedarse desde su esfigie presencia. Dime entonces, quién puede olvidar.

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