El músculo pesa como una
tarde de sueño y alguien pisa tu cansancio. En esa fiebre de polvo
–tos y lejanía- se acaba la claridad. Alguien se parece a ti, el
parentesco de aquel dibujo que nunca serás. Soledad tras soledad
hasta la desolación, esa limpieza de la memoria. La lluvia muestra
más de lo que luce. Viste el eufemismo con la prisa del deseo.
Lloramos cuando la palabra se agota –los niños somos así- cuando
las razones de mi casa ya no sirven, cuando la farsa de los relojes
se para el músculo se tensa. Pierdo el calor y las calles raspan.
Las rapaces caen en picado sobre jirones de asfalto caliente. El
crimen llena las bocas, el hambre sacia la sed. No quiero jugar a la
culpa y no pienso volver a la nada. Hay líneas sin retorno, lugares
donde se toca la sombra con los dedos.
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