martes, 9 de septiembre de 2014

EL SUEÑO


A Mónica.

A veces la presencia es suficiente, a veces la vida se vuelve simple como la compañía, sencilla como el sueño, elemental como el oxígeno. A veces estar es mejorar el verbo ser por la vía de lo cómplice. Y existe el paseo para prolongar el tiempo, y existe la sonrisa para estirar lo afable. Es un calor a madre reciente, una frescura de parque con banco que olvidó los días de la semana. A veces, pocas veces, lo inevitable desaparece, las cosas vuelven al sitio púrpura de los dedos enlazados. Y en esa nebulosa –el tiempo es sólo tiempo, lo importante es qué hay detrás, me dijiste- crece una pompa de mimo y volvemos a tocarnos las pestañas. Y yo seguía aprendiendo tu lenguaje, pensando qué hay detrás del tiempo, de nuestro tiempo acumulado de tardes, cuando tus ojos blancos fulminaron mi torpeza con la piel de un silencio. A veces, cuando el tiempo vuelve a su siempre, me emociono evocando todo aquello sobre mi.

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