viernes, 3 de octubre de 2014

EL BISTURÍ

A Pablo Gadea.

En estos días de tos, la luz parece un glauco resbaladizo. Y a la memoria acuden los vientos como emociones sin lugar, y los amigos con su huella de risa, y los parques con su orín embotellado. Octubre es un camino hacia el nunca del invierno, estrenar bolígrafo, como quien estrena angustia. Y por las oficinas del paro prosigue la noche con sus grapas en danza. Pisamos la grava inquietante de lo mojado, en pesadumbre. Por las ciudades, las avenidas esperan su riego y en el hospital un cirujano bisturiza la salud 147. En la habitación una madre grita, un niño llora y un gotero duerme. Las luces delatan el insomnio de las ventanas. Lenta va la muerte en sus cristales. Por la calle, los semáforos gotean rojo. En los pueblos, un roble se desnuda y otra anciana muere. Es el mundo conocido de las cosas que vuelven. La televisión nos sorprende lamentando la tristeza del domingo. Octubre es un marzo activo, la culminación del círculo, labios que vuelven a su distancia, subidas de frío, lejanía, noche, lluvia, etcétera.

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