martes, 9 de junio de 2015

LA AVISPA


Para Rosario y Antonio,
en insistida gratitud.

Volver no tiene repetición. La sorpresa dejó su polvo sobre la mesa en la que escribimos “guarro” y dibujamos una polla. Los bisontes eran pollas paleolíticas. Junio refresca la importancia del agua, de lo líquido, de lo que se escapa por debajo del aire (escapar es esconderse hacia delante) y llegar al claro del bosque, como quien llega a una escombrera. Cuando vuelvo a Rivas encuentro mi habitación como la dejé hace quince años, casettes, fotos y alguna camiseta corta. La memoria se tranquiliza cuando recuerda el futuro y sabe que la vida seguirá. Volver a Baños (viajar es volver un poco) plantea la pregunta de otra forma. Cuando la grava del campo daba fiebre y la diarrea era un recuerdo de verano. Porque en Rivas, Baños tenía olor a polvo, a caos de avispas en un pilón y fragancia de castaño por la sombra. Septiembre comenzaba coleccionando cartas y llamadas donde el aguijón de una palabra perforaba un beso. Ahora Baños recuerda. Ahora todo sucede al contrario. Ahora todo sigue siendo. Ahora regresar, volver, viajar, son verbos de una misma acción: vivir como una ausencia que sitúa. Y me falto y me sitúo más acá del sonido, sobre el papel (papel mojado de junio). Mi padre me regala un libro y me leo, me releo y me gusto a veces. Releer es volverte a ver. Tocarte el cuerpo que eras. Notar el paso del tiempo sobre las arrugas de la metáfora, acariciar el braille que fuiste. Releer sangra las fotografías. He vuelto.

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