jueves, 10 de septiembre de 2015

EL MUÑÓN

Lo peor del silencio es su cansancio. No acaba nunca porque no podemos tocarlo, nosotros, que somos tan de tangibles. En el lenguaje de la cantidad aprendimos que el dolor sólo siente una vez, y depende de la televisión. Nos refugiamos en la hipocresía, en el wasap de la sangre, en el cansancio solitario de esa palabra que agoniza. Nos sabemos culpables cuando llega, cuando se nos tuerce la boca, cuando se corta la palabra y detiene la mano. El silencio señala, es la luna sin dedos, es el muñón que nos toca la cara con su carne tibia, con su piel ajena, con su asco desconocido. Y fingimos voz melosa y ofrecemos el caramelo arrepentido. Pero los brazos crecen despacio, una mano la tiende cualquiera y "sólo desnudos se sienten los abrazos". Descubrimos la culpa en el silencio. Descubrimos el cansancio de los solitarios para olvidarlo otra vez; ese siempre que nos une en los extremos opuestos del universo.

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