viernes, 2 de septiembre de 2016

EL SEÑOR

El tiempo se concreta en la palabra “señor”, cuando el “chaval” se desconcierta y la cana te aparece como una miga de plata. Cuando el tiempo ya no ilusiona y septiembre no trafica con saliva, veo la claridad de lo concreto. Mi por ejemplo está en la “disco móvil”, en la violenta tersura del pecho, en lo apretado de un carmín reventón, en la pánfila cara de ojos sin hambre. El hambre del ojo, la ilusión en llama que tuve/tengo, no la veo en esos cirios de alcohol erecto. El cubata, como un fuego nocturno, alienta sus cenizas. Su pasmo desconcierta. Qué piensan, qué esperan de su nada. Vengo del vaho febril de la metáfora para sentir el escombro nocturno. Alelia candente, quién te sopla. Qué piensa la ceniza que se extingue. Qué leen tus ojos sin contrato. Qué miran tus labios de iphone. Para qué Kafka si sois la metamorfosis onfire de un cambio de llama. Dónde está vuestro verde, qué impulsa vuestro tallo. Para qué septiembre, para qué la primavera negra. La verbena tiene su llanto de cinturas pero cómo llora un watio que se apaga. Las hojas se rompen de fuego, como billetes quemados por el plástico de los días. Me pregunto por vuestras palabras. En el desconcierto se intuye mejor el negro. Quizá mi ocaso sea vuestro contrato, vuestro indigente “quizá” en el que podamos entendernos. Vosotros ya sin libros y yo sin wasap, y con estas migas –ay- de un pelo en retirada. 

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