A Mónica.
Cuando me leo, compruebo que
mis textos comienzan con “ahoras” y “a veces” como si la presencia del tiempo
encerrase mis celdas en un minutaje extraño. Compruebo mi exceso de
excesivias (como éste). Constato que tiendo a lo efectista y al mecanismo. Quizá la emoción
sólo sea otro resorte donde la pureza se tiende para tocar el sol. No sé, se me
van cayendo las hojas, y yo mismo corto las ramas para poder ver las raíces,
notar la equivocación del tronco. Tengo la necesidad del Otro. Entiendo que la
pureza tiene sus límites y siento que en su centro debe estar el ojo. Ya sólo
intento que el tiempo no me odie en tu mirada, que ojalá cambie hacia a ti.
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