en sus 34.
En septiembre todavía escuece
el sol de la cerveza. Dicen los del Labo que el estómago disfruta de cerebro,
como si la teoría de los universos paralelos tuviera su equivalencia en tripas.
Septiembre tiene pensamientos de mierda y un vaso de agua con sabor a polvo.
Septiembre tiene saliva atrasada y una herida que se abre. Septiembre, tiempo
de conciencia y fracaso, memoria de marihuana por secar. Fechas de suicidio y
pedernal. La acidia va estirando la tela que rompe y suena las costuras, va perdiendo
el entusiasmo del pasado, va dejando la espina del futuro. Septiembre con su chaqueta
de mayo va estirando el amarillo. Cambia con cada fiebre como si fuera un niño que
nos vigila desde dentro. Ahora que los padres envecejecen y los hijos no me
nacen, septiembre va tejiendo arrugas como si fueran los gusanos de seda de la
piel. Septiembre es la mariposa de uno mismo para sí mismo, el corte de digestión
de la metamorfosis, gusano de luz en vuelo rasante. Septiembre baja las persianas y
cierra las casas, y nos quedamos absortos con la cuchara del cementerio en la
mano. Cuando septiembre no emociona, perdemos el miedo floreciente del quizá. Septiembre tiene mar de interior, brea de
relojes cansados y ecos de uno mismo. Tiene atmósfera de hojas secas y
manzanillas con limón. En septiembre queremos purgarnos la vida, pero alguien
le ha metido clavos a la salchicha. Qué pasa, dónde ponemos la inquietud, a
quien le contamos la súbita adolescencia que nos deja septiembre. Con la boca
seca y el ojo encharcado miramos caer el sol como si fuera nuevo, con la
pregunta recién peinada. Quién mima a este niño que pregunta siempre lo mismo y
diferente.
3 comentarios:
Pues si, parece que así es septiembre. Que no te sea dura la vuelta a la rutina.
Volver tiene el cansancio del "otravez". Un abrazo compa.
Arrastro el cansancio de "aún no me he ido", supongo que hay vueltas que alegran.
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