El mezquino fabrica sus
columnas, se esconde de sí mismo, en terror vivo. Fabrica
respuestas que engarcen con la excusa dialéctica. No quiere oír
que tener abusa. No quiere oír. Son náusea y mueca. Y un día llega el asco a
sentarse en su cama y lleva su ropa. Y va poco a poco tejiendo memoria para
fabricar olvido. Pero el olvido es un espejo que se acuerda de ti y se posa
como un polvo en los objetos, las palabras y la traición. Y la conciencia tiene
arrebatos decentes y duelen y hacen su fisonomía. Entonces,
con toda la podredumbre de la victoria a cuestas, sus hijos le desprecian y las
vaginas se sonrojan de violación. Agonizando se mata mejor pero
también se muere. Las cabezas engordan y el homúnculo pide caspa para completar el monstruo. Quien gana sabe lo que se pierde por eso lo esconde en risas sin
mecha.
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