Cuando
se consume la búsqueda comienza el encuentro. Aparece la espina con
su olor a espalda. Aparece lo que estaba y nace el consuelo, la necesidad de lo ambiguo, de creernos
y crearnos el don Quijote de la vida; la mentirosa verdad de la
locura, de que la pólvora iluminó un instante que la pavesa ardió
durante el frío. Somos generosos en la tragedia, tendemos a
compensar, a imaginar el Rajoy que llevamos dentro. Sacamos el "hilillo"
del esperpento para perfumar el sobaco. Pero sabemos que no vendrá y volvemos a dolernos del exfuturo y así sucesivamuerte.
Por eso nacen los locos. Por eso María Moliner, Justo Gallego y la
filatelia. Por eso Balzac, Galdós y Las mil y una noches. Porque el
polvo no tiene sentido por mucho que diga Quevedo. El sentido del
polvo es posarse, lo contrario del vuelo de la neurona que Cajal
llamaba la mariposa del alma. El polvo, como residuo, no vale más
que tiempo perdido. Por eso Proust lo buscaba, para forjar su
rocinante en el Veronal de la cama. Para respirar el vuelo de su
cuarto y dotar de alas a su farmacia. La niebla es lo contrario a la
polvareda. Es el vuelo rasante de los sueños, cuando la legaña baja
a por el pan y nos invita a imaginar. Luego escampa y la
luz devuelve las sombras al mundo. La claridad de la niebla no deja
polvo, deja rocío, esa lágrima alegre como la baba de un niño. El
frío tensa el reuma y eriza los objetos, le da cuerda a las espinas
y nos pone una barra en el sobaco.
2 comentarios:
"Ese tipo de imagen que oscila entre lo visto y lo no visto y que nos lleva al corazón del asunto", dice Vasari sobre la niebla del sfumato (que además rima con sobaco). Buenos días.
La niebla la inventó Zóbel.
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