viernes, 27 de noviembre de 2020

EL CAJÓN

Cuando repaso mi biblioteca entiendo al intruso. Comprendo a las palmeras de Madrid, a los estudiantes y los huérfanos. Después de K. se entienden las bocinas. Veinticinco años de lectura y todo se concreta. Las posibilidades mutan a certezas para deshacerse como pinceladas sin contorno. Cuando la soledad busca un encuentro está perdida. Cuando la posibilidad gime, sueña. Cuando la histeria se apodera del vacío se acaba la travesía. Dentro del pozo está el manantial. A veces el tiempo es el agua que sube a buscarnos, un hastío que surca la tristeza. Allí existe un agua negra, podrida, con un magnífico salón de orejas. A veces la tranquilidad llega desde cualquier cajón. La angustia se acaba y comienza el brote. La lentitud que antes dolía ahora es sosiego. Cuando lo posible se hace probable todo cambia. Ahora todo depende del intruso. El mundo vuelve al epicentro de la nada, el único lugar donde vive la risa. Muerto el perro se acabaron las caricias. Crece, todo crece. Cuando repaso mi biblioteca entiendo al intruso que entra en mi biblioteca.

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