sábado, 13 de marzo de 2021

EL ESCRITOR

Para qué escribo es una respuesta que tiene forma de círculo y ansia de espiral.

Quizá atisbe un por qué escribo, que implica un para quién, porque cuando hay un motivo alguien lo empuja. Y aquí hay una pista.

Cuando escribo -escribir es leer mucho- comprendo que la poesía no hay quien la entienda. Y aquí tengo otra pista. 

Después de la poesía -de saber que ocurre- la realidad se marchita. Se vuelve combustible, que apenas consume un cuaderno por trimestre.

No escribo para cambiar el mundo ni para que el mundo no me cambie (cambiar mejora si nace de la memoria).

Escribo para aliviar la soledad, para matizar el misterio con preguntas nuevas.

Escribo para ampliarme al mundo, por eso tengo pocos amigos y muchos libros, a los que confundo a veces.

Escribo para preguntar, porque preguntar responde un poco.

Escribo porque no sé pescar ni disfrutar un coche.

Escribo porque no sé viajar si no llevo mi cabeza.

Escribo porque no nací estrella del porno.

Escribo porque hay textos que no he leído.

Escribo para personalizar repeticiones. Para darle emoción a los límites del posesivo. Para ensanchar, con los codos del verso, la asfixia cotidiana.

Escribo para dar dignidad a la resignación y dudar aún de la complacencia.

Escribo porque perdí todas mis certezas y el abismo era otra palabra.

Escribo para tocar.

Escribo para preguntar mejor. 

Escribo para cambiar las cosas de sitio. Para encontrar claridad. 

Escribo porque vivo en un cuello, porque el mar no me contesta y mi mano se vacía. 

Escribo para merecer la belleza. Para que no importe la importancia mientras una mano busque su ojo.

No hay comentarios: