viernes, 23 de abril de 2021

LA BANDA

Me ocurre a veces -dura un instante-, que giro la vista atrás y parece como si los recuerdos chocaran de súbito en mi frente. Como si detenerme un segundo trajera el pasado de golpe y al volver la vista a la mirada, ya tuviéramos el desván de las emociones, sentadas en nuestra cabeza -otra vez- con los cubiertos en la mano pidiendo memoria. Las primeras veces desasosiega, como si notásemos que se nos muere el gato, que algo le pasa a la planta que no tira, como si percibiéramos con claridad cada una de las traiciones que no vimos. Recogemos la mesa gracias a los pensamientos cotidianos, hasta que vuelve el canibalismo del pasado a pedirnos su carnaza. A veces me asomo al menú: entrantes de orgasmos que saben a casquería, fideos sexuales faltos de sal y un postre de leche frita. Mejor ni tocarlo. No sé cómo va esto para la tensión. Hay gente que no conozco sentada en la mesa, que ya son parte de la familia. Desde hace unos años, el banquete ha cambiado. Los comensales tienen voces nuevas que me llaman con su palabra negra de plato hondo. Ahora no hace falta que gire la cabeza para toparme con mis cosas. El médico dice que son cólicos de olvido y que vomite el futuro cada ocho horas. El comedor es una jauría que levanta la mano de la metáfora. "Me cuajan las imágenes cada vez que dejo el ojo tranquilo, doctor", le digo sin que pregunte, como una vejez prematura. Me han dicho que repose y como necesito tiempo para escribir lo que pasa por aquí, he dejado la banda que tenía. Sin embargo, algo me empuja. Será la folclórica que llevo dentro que canta por Manzanita cuando dicen que diga treinta tres mientras saco la lengua. No hay manera. Ya tengo otro grupo. Se llama El muerto es Bruce Willis.

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