martes, 6 de abril de 2021

LA QUÍMICA

La mirada se llena de ojos como césped que pregunta. Cada sombra con su matiz, cada pétalo su movimiento. La vida muestra su misterio inabarcable y el ojo cierra el libro de golpe. Abro el ojo y un caos fluorescente se llena de vértices. Cierro el ojo y vuelve la calma. Vivo en la doma del lenguaje, en la ocasión fallida de la erre. Sigo en la autopsia del granito, en cómo sufre el escalpelo mientras se abisma en el púrpura. También sufre el agua. Los charcos me miran con pena de mar, con el rumor con que rema la ola su rotura de playa. A veces, el ojo se me escapa y se vuelve del otro lado. Y siento el cansancio del metal que sostiene las ventanas, y las entiendo. Entiendo que soy mi único, un límite que escucha a la estaca del hielo. Alguien que saborea el hueso de la caricia, que lo pasa por debajo de la lengua, una vez comido el tiempo. Y entonces su ojo brilla mejor y el lenguaje vuelve a su sitio. Cada letra es una hormiga que trabaja su emoción. Husmeo la feromona para encontrar otro lenguaje -esa dimensión de lo que ocurre entre las cosas-, el código que oscurece el amarillo y alegra las horas del sábado. Veo química en la música con que sangran los tequieros.

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