martes, 18 de enero de 2022

EL CIEGO

Los ciegos miran por la voz, por eso hablan con rumor de bosque y matiz de guardería. Enfatizan frases infantiles como si frunciesen el ceño, marcando las arrugas de sus cuencas. Dilatan las sílabas como si fueran pupilas y gesticulan con las manos para darle énfasis a la mirada. Los ciegos no se ríen del todo porque la risa nace en el ojo. Son incompletos como la infancia de los huérfanos. Les falta el padre que vive en la mirada con el consejo cómplice y silencioso de un guiño. Potencian la memoria con su inventiva minuciosa. Fabrican recuerdos de tacto repetido. El ciego puede ver sin ojos pero no tiene mirada y ahí radica su tragedia. Sus ojos son larvas de angustia que se mueven escuchando, porque los ciegos escriben mientras escuchan. Tienen dos manos en cada dedo, huelen el ruido y comen poco porque necesitan hablar para respirar. Se atropellan para decir lo que no ven. Cuando miro a los ciegos cierro los ojos. Me molesta su tragedia. Sé que no podría soportarla y me anula. Los ciegos van como las casas de los viudos. Se visten de algodón exagerado. Quieren que les veamos con vista y eso les ciega un poco más. Sabemos que ver es otra cosa, que la venda que nos guía va dentro de todos. Yo hablo del ojo como músculo, como bombilla del cerebro, como el último destello de la claridad. El ciego tiene pestañas enormes como viseras de ojos calvos. En el ojo brilla la fiebre, el amor y otras lágrimas. Las ciegas endurecen los pezones con jerseys granates. Los ciegos parecen su reloj. Tienen cuerpo de estatua. Bustos animados que caminan por delante, con seguridad incierta y las espuelas de plata de los vigilados. Nos sentimos culpables como si mirásemos a un viejo. Sentimos la incómoda sensación de lo inconsolable. El ciego tiene algo de moribundo y la tristeza inaudita de los circos ambulantes. El ojo, con su lengua de tiempo, degusta la vida entera. El ciego paladea los relojes y escupe a bulto vacío. La ceguera viene en toboganes de semen y un odio que nos supera. Son los abrazos de los brazos, la serpiente que pica de lejos. Cuando veo a un ciego pienso que llevan la bragueta abierta. Como si la vida nos enseñara la picha.

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