miércoles, 28 de septiembre de 2022

LA CICATRIZ

Ahora viste alas insólitas. Vuelos de cerveza en pequeñas plazas. Septiembre ya no está. El fascículo de mi verso se fue. Ha cambiado con la íntima confesión de un karaoke. Septiembre se ha hecho mayor. Parece un racimo de besos con pepitas. Parece que lleva el brasero en sus entrañas y un erotismo que baila en París por músicas lejanas. Septiembre ya no se parece. Será el cambio climático, estas vacaciones silenciosas o este móvil que gotea. Alegra sentirse equivocado. Saber que el viento cambia las veletas y tumba los tejados. Que el labio conocido tiene misterio por conocer. Que detrás sigue adelante. Septiembre cambia. Quizá esté por enero. Quizá sea este quizá, este posible que observa los límites del misterio. Quizá mueva los paladares como lenguas que se miran, como revoltijos de ojos por el suelo, restregándose en salivas de silencio. Escribo a septiembre para decirle adiós. Escribo para tragarme el enigma (esa larva que nunca nace) como un bulto de rutina. Le preguntaré qué es de nosotros -qué se pregunta al desconcierto-, y cómo se quema la memoria. Quizá sea que también los calendarios crecen y hasta la ilusión da frutos distintos. Es el quizá lo único seguro. Por eso dudo del todavía y hasta siento el júbilo sin nostalgia de futuro. Hay ahora, en este septiembre que no existe, un triunfo de cicatriz. Una satisfacción de cambio, una intimidad que acompaña y hace menos fría la soledad.

 

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