miércoles, 14 de diciembre de 2022

EL AMIGO

Tú siempre serás litrona y charco. Tienes corazón de Clipper y tos clásica. Eres el hombre que miran los chavales en los parques. Tienes piel de frío porque te gusta la media sonrisa que da su hambre (el frío y el hambre van juntos, como siameses del barro). Eres disfrutón, por eso gustas en sufrirla para gozar el agua caliente de cagar en taza, beberte un caldo o chupar un pezón a ojo. Venimos de la genética, y en ese banco hincamos la rodilla para rezarle al vaho. A ti el calor te la suda y sin diarrea no eres nadie. Sientes la palabra, te reconforta su látigo adolescente. Por ahí nos hemos encontrado, en esa infancia de metáforas que fingen. La vida exagera, Pablo. Jugamos al estímulo del verso para sentir que importa, para darle calor a las persianas. Hemos llegado -Se llamaba tiempo*- a la vuelta del camino. Ahora miramos de reojo al cubo de las sospechas y le damos fiebre a la memoria para que delire sus poemas. Que hay tristeza en el recuerdo viene de Manrique, que va a dar al cinismo de Umbral que escribe la hostia. En esa marea naufragan nuestras toses, “¡cuídate!”, y “a ver si nos vemos”. Escribes como siento. Veo tu mundo como un ojo chupado. Por eso eres mi amigo. Por esa necesidad que tenemos de uno mismo, de que alguien nos diga “muy bien” como si fuera un padre. La amistad es la lámpara de Aladino de las confidencias y una novia sin coño. Una lejanía caliente que nos observa, como los Reyes Magos de la cerveza. Al final, solo necesitamos comprobarnos, sentir el mundo como un jardín al que le crecen las flores que esperábamos. Lo mismo pasa con los libros y los etcéteras. Pasa con el beso, Pablo. Por eso escribimos siempre el mismo poema, dormimos en nuestro laíto y felicitamos el cumpleaños. Somos un ritual con mascarilla, una palmadita con horarios y un asco furtivo. Hasta aquí la paja. Y luego el caos, claro. Nada es tan simple como un texto. Cualquier gilipollas interesa más, pero nos hacemos mayores y nos entran manías de viejo. Y hala, a escribir la chorrada. “Caos y paja” (te veo la cara), “¡qué buen título!”, dirás mientras te asoma la risa. La risa es el disparo que caza la ocurrencia. Somos un poco Delibes, Pablo... Y Se llamaba tiempo cojonudo, ¡eh! 

[*Se llamaba tiempo. Poemario inédito de Pablo Gadea]

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