martes, 20 de junio de 2023

EL TELÓN

He arrastrado mucha soledad. Quiero decir mucho tiempo -la soledad es poca cosa-, es algo que no se ve, pero que se arrastra cuando las matemáticas de la emoción no resultan en un espacio. He copado las distancias, he bebido en la angustia y me he quemado con las poleas del silencio. Sin embargo, no sé -el no sé me ayuda a limpiar los verbos- sentía una luz lejana pero firme que alumbraba la ternura, la pureza diminuta de lo cierto. Aprendí a bailar con el tiempo -años, lustros que pegaron su estirón-, y jugué a guarecerme por los huecos. No sé. No sé ayuda a que la equivocación no lo parezca, a que el acierto no se engole. He arrastrado alambres por el grito de las uñas. He maldecido nacer. He escrito todas las formas del amor. He desesperado y aún peor, lo he comprendido. He volcado al parati, lo que entendiera bueno. Hacia ese más he reducido mi vida. Pero -y este pero suena un poco a no sé- he descubierto sutilezas que hacen del instante un universo. Gestos que hablaban sin descanso, abrazos que lloraban de ternura, silencios que vaciaban el aliento. Hemos arropado muchos relojes. Hemos dado sentido al aire que inspira por nosotros. Hemos llorado alguna muerte y algunas alegrías. Acunamos al vaso de leche, fabricamos ilusiones, y hasta encuentro restos de hijo en alguno de mis besos. Creo que en ese viaje nos hemos ido queriendo con el tacto de los ciegos. He comprendido el agua de tu azúcar, cómo duerme el dragón si le das cariño y por qué silencias el lenguaje. Sé que visitas al temor detrás de los telones. Amar es querer y olvidar mucho. Aprendo cada día. Te descubro matices del humano que pretendo. No sé. He sabido que perdón y gracias son hacia ti lo mismo, que en lo único hay algo de eterno y que tienes aquí a un cobarde, para lo que quieras.

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