jueves, 16 de julio de 2009

PEDRO PÁRAMO

Yo no entiendo de dónde sale gente así. Cómo se concibe una novela como ésta si es que es novela, es ensayo, es poesía, es historia o qué. Es un libro, vale, y está muy bien escrito. Excepcionalmente. Es un mal libro si te gusta leer, si te gusta escribir, si quieres vivir de la literatura, si eres librero, editor o por el estilo.

Es un mal libro porque después de leerlo las demás lecturas serán un poco chismosas, domingueras, como de sobremesa en agosto. Es un mal libro porque si te gusta escribir pensarás que por mucho que te esmeres lo tuyo es el tenis o la filatelia. Es un mal libro porque su autor apenas tiene un llano en llamas con el que hizo carrera, llegó tarde y a destiempo que es el única forma con que llegan los aguafiestas. Es un mal libro para los libreros, editores y así porque el clásico no vende y en las navidades hay que regar el escaparate. Este hombre es un indecente y su novela una catástrofe.

Pedro Páramo tiene flecos para que los críticos (que no han podido ser lectores, escritores, libreros ni editores) se ganen la vida haciendo retórica. Rulfo recoge la angustia existencial de la que hablaba Neruda recogiendo el léxico del mejicano rural de una forma suave y ahorita. Está lleno de imágenes poéticas, de modernismo futurista que es como son las metáforas clásicas. Tiene violencia a borbotones, tiene erotismo, sensualidad. Tiene poesía.

Rulfo deja un poco al aire las vergüenzas del sudaca. Borges además de ciego es cojo y algo manco a su lado. A Onetti le salva la borrachera pero todos son un poco chic y un poco revista al lado de la dentadura postiza que se descuelga de Juanito. El esceptiscismo del yo pasaba por aquí emana de la entrevista A fondo que le endilga Soler Serrano. Rulfo tiene una arcada en la mirada que no disimula porque no le importa ya nada como a sus muertos que son los vivos de su Páramo en llamas o como se diga.

Juan Rulfo es otro muerto que pena su vida en sueños como todos los calderones del mundo que despiertan antes de morir, y piden que apaguen la luz y bajen la tele. Qué manera de escribir bien y sin notarlo. Qué alegría de literatura. Qué bien y qué pena haberlo leído.

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