domingo, 18 de octubre de 2009

CARREFUL SUNDAY

Lo mejor de ir de compra al Carreful es que vas en domingo. Cuando todo tu ánimo te empuja a conjurarte con el sofá, el mus y el licor de hierbas, ella viene a enseñarte la nevera. El coche arde con cuarenta grados al sol y el viaje es una humillación de silencio. Los diez minutos de laberíntico aparcamiento el primer paso a la beatificación. De tu cartera desaparecen las monedas válidas para ser insertadas en el carrito. Otro paseo en balde obligado a acudir a la cajera nueva que se agobia cada vez que alguien le pide otra bolsa más por favor. Cuando le pides cambio muta el rostro en un camaleónico enigma irresoluble. Seis cajeras con el beneplácito de mamá encargada acceden a darte la dichosa monedita. Te acercas silencioso, midiendo tus pulsaciones, controlando tu respiración al depósito de carritos pero no hay ninguno. Mala suerte. El siguiente si tiene pero inexplicablemente la moneda entra pero el carro no sale. Tras pelear con él durante un rato devuelve la moneda. Pruebas con otra fila y esta vez todo sale a la primera cuando tu ya te veías arrastrando tres cestos de mano. Pero no todo iba a ser alegría, no. El carro que sale tiene la rueda atravesada pero tu indignación y tu cara de tonto ya no te permiten reaccionar con normalidad y perder otros cinco segundos en buscar otro. Así las cosas, intentas disimular a base de fuerza bruta la cogera del carrito pero tu cara de estreñimiento te delata. La gente a tu paso cuchichea -otro que lleva el carrito con la rueda atravesada. Mira qué cara. Y es que eso se nota. Tus esfuerzos te agotan soberanamente pero el torrente de gente que te precede, te sucede (y te jode), no permite grandes velocidades por mucho que el sobresfuerzo te invite a actuar con rapidez. Inesperadamente el anciano más rapido de la residencia ha decidido interponerse en tu camino sin posibilidad de giro (por la maldita rueda atravesada)... (CONTINUARÁ)

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