miércoles, 10 de noviembre de 2010

EL BANCO

Y ningún beso puede saciar los ojos que vendrán. Y ninguna lengua conseguirá trazar un puente sobre el movimiento. Hay cosas que es mejor saber para no jugar al escondite con un ojo abierto. Hay que saberse mostrar, hacer trampas tras el follaje de las caricias en otoño. El verano es una trampa de claridades. La mascarada de la conducta es una sombra chinesca que se proyecta en el espejo hasta convertirse en nuestro cuento chino. Nuestro engaño narcisista de sueños incumplidos, tartas de natas sin labios, azúcar en el filo de los dientes y otras fechas caducadas. Se esquiva el instinto, se desplaza. Se dejan para mañana las cosas de hacer hoy. Se convierte en siempre el debería. Y nadie está dispuesto a honrarse la palabra cortando el dolor con el filo de las equis. Nadie quiere sangrar por encima de la mesa. Es mejor que el silencio delate al ruido. Es mejor que el silencio acuse al griterío porque es anónimo aunque tenga nombre y apellidos. El padre se llama Juan y el hijo ya te lo he dicho.

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