miércoles, 14 de diciembre de 2011

EL NIÑO AZUL

Nadie se quejó. Nadie vino a decir nadie. La nada se impuso como un todo. Como si escuchar fuese una falta del oído. Como si ver fuese la injusticia. Como si la palabra engendrase la culpa nadie se quejó. Nadie advirtió la luz, nadie impuso nada como si tal cosa debiera ser, fuese. Había plátanos crucificados en el Ministerio. La bondadosa tranquilidad de la sangre se esparce. Si quieres justicia quieres daño porque la vida no se negocia. La vida vale vida. Los niños de azul cantando al rosa de las niñas. En el horizonte perdido de la nada –ellos lo sabían- el silencio era noble, el mutismo asesinaba. El semen envenenado del azúcar –ellos ya estaban aquí- como una solidaridad sangrando moscas. Nadie nada nunca, como un todo. Lo primero es un colapso, luego un pasmo histérico, después se odia como si fuese su amor. Así que ardan las matrices con el fuego/humo de los plásticos, y devuelvan la muerte.

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