sábado, 23 de junio de 2012

LA ARCADA

"Cultivo una rosa blanca
en junio como enero
para el amigo sincero
que me da su mano franca.

Y para el cruel que me arranca
el corazón con que vivo,
cardo ni ortiga cultivo;
cultivo la rosa blanca". 
José Martí.

Rosas blancas como una albura de cariño. La casa como un enorme jardín de soledad, la soledad es blanca. Porque no se puede vivir de otra manera, la muerte (matar y morir son el mismo centro) tiene su lógica. En mayo como en enero la vida avanza, arrasa. Incólume como un ejército nemoroso, como el metal de los gatillos, tenso como el ojo que brilla. Mancharse es lo más limpio que cuelga en la conciencia. Sabernos culpables de nuestra inocencia, cantando el orden público en la calle. Porque apenas si nos dejan decir que somos quien somos, preguntarnos quien son ellos. Nombres, apellidos, señalar la podredumbre para oler mejor. La palabra debe ser un basta, un bestia, un basto. Es lo que nos queda porque no vale nada. La palabra comienza cuando duele, cuando pincha el globo de la sorpresa y humedece los rincones del tránsito. La palabra es una pregunta, un chorro de moscas en el ojo de un niño. Es el buitre que se come al niño y la arcada que lo piensa. Es el abrazo que te dejó tu padre, la indiferencia de los árboles, el bálsamo de las flores. El misterio de los niños, el perfume de las alcobas, la dureza despedida, la vergüenza del silencio, cualquier cosa. Viven más acá del ojo y más allá del grito. Duelen, para no ser ortografía.

No hay comentarios: