miércoles, 8 de enero de 2014

EL PORCENTAJE

Para Mónica,
el único soy creciente.

Soportamos tanto la vida que estamos cediendo soledad. Estamos perdiendo el mal, lo feo, el instante negativo del todo, ese mejor posible. La niebla licuó el último niño que disipará el sol. Cuándo la nieve por los arrabales, dónde se olvidó un cartón. La memoria tiene su barro, caprichos de autobús, paragüas, halitosis. Sueño con melones encima de la mesa, tierra en las heridas, pedradas llenas de dolor inocente. El último niño con su niebla de la mano juega en compañía alucinada. Adultos en troquel, antenales de muecas, emociones rebañadas a cuchara para poner de punta la gomina, hacer de su fotografía un niño que se pierda en lo binario. Jugábamos al bien. Lo bonito -¿te acuerdas?- positiva la nada, ese peor imposible. Tú lo oíste: “¡Cuidado con la mandarina!”. Envoltorios peores se han visto cuando el notevayasacaer concluía la deglución. Detrás del filo suelen brotar los ojos de una madre llegada desde sonajeros de marzo. En la chimenea ha crecido una estufa donde se duerme el gato. Las manos se han vuelto rugosas como labios, como hermanos que se van donde les lleve el viento. La energía no se crea ni se destruye: se compra. Tanto soportamos la vida que no reconocemos la muerte, dice el ministro que subirá su 3 %.

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