viernes, 7 de marzo de 2014

EL LOCO

“Escribe algo de este tío, tú que debes y sabes”.
Pablo Gadea.

“Buffalo Bill's defunct”. Panero ha muerto. Hay muchas obviedades que decir pero casi todas las rodó Jaime Chávarri en “El desencanto” (1976) o Ricardo Franco en “Después de tantos años” (1994). Panero es Leopoldo María como Machado es Antonio por muchas boutades que dijera Borges. Lo bueno que tiene Internet es la cantidad que destila en calidad por inevitable. Así, encontramos muchos audiovisuales de Panero, venerado por los que nunca le habían leído pero gustaban de su foto de homúnculo, del ecce homo de frenopático, del atavismo en persona. Compré su “Poesía Completa” una tarde de locura, de esas que hacen de Salamanca un paisanaje ácido dentro de un paisaje idílico. Sin bicicleta, por el paseo Hofmann, aluciné del mundo. “Yo como don quijote, me invento pasiones para ejercitarme” decía Umbral. Esa es la clave. “Panero no está loco, pero tiene una lucidez insoportable”, le escuché a Jaime Chávarri en una tertulia que anda por Youtube. Quien vea el clip: “Leopoldo María Panero: dios de la vida, dios de los suicidas” podrá comprobarlo. Túa Blesa, en aquel volumen de Visor, desgranaba los aspectos técnicos de una lírica que le valieron el Premio Estaño de Literatura en 2003. Panero apenas fue premiado, porque nadie quería un loco meándose en las cortinas. Nadie premia lo imprevisible. Sin embargo, uno entiende mejor su inquietante obra en el disco homenaje que Bumbury junto con Carlos Ann, Bruno Galindo y José María Ponce, grabaron en 2004. En el libreto se incluía una entrevista sin desperdicio, donde asistíamos incrédulos a la pregunta de cómo un organismo humano puede resistir tanto LSD y tanto tabaco. En el DVD “Un día con Leopoldo María Panero” escuché en su propia voz el poema “Buffalo Bill´s defunct”. Me maravilló su carga fonética, así que compré la antología bilingüe de Hyperion firmada por Cummings. Aún rondaba uno por Madrid jugándome el tipo en la sección de poesía de la “Casa del Libro” junto a esa barandilla del abismo (quién lo probó lo sabe). Ese vértigo de la metáfora es Panero, el delirio de un sajo por el que hieden nuestras miserias. Los poetas lanares mueren de saturnismo electoral o de corte inglés. Se aferraron a lo entendible castrando lo disfrutable, esos que Enrique Falcón caricaturiza en “Porción del enemigo” (2013). Panero llenaba de sueños su poesía difuminando los referentes para señalar las veladuras de la sugerencia. Un Mallarmé sonámbulo, eso que en pintura se llama Fernando Zóbel. En Francia le habrían llamado Artaud para llenar los museos y las imprentas. En España la genialidad sólo nos da para un entierro de caspa que diría Jess Franco, otro que tal. Panero está en la nómina de Pound, Poe y Baudelaire. No sólo era un enorme poeta también era una gran personalidad literaria, amén de eso que llaman intelectual. A él debemos muchas de las mejores traducciones de la mejor poesía europea. De Valery hasta Holderling de quienes entendió el poder de la fonética y memorizó libros enteros. Renovó la poesía nacional por lo que Castellet lo tuvo fácil para incluirle en la antología de “nueve novísimos” publicada en 1971. Y esa fue su etiqueta para los manuales, él, que tan poco sabía de códigos, normas ni academias. “Es una gran pena. Venía sistemáticamente a la Feria del Libro de Madrid desde hace seis o siete años”, dice la necrológica del ABC. Allí le conocí yo un sábado por la tarde. Con su presencia, la palabra Feria se llenaba de significado. “Se llama Jonás” le dijo al oído el librero de “Huerga y Fierro”, mientras él me miraba a través del filo de una arruga.

"Para Jonás con celo o amor"

Era zurdo. Giró su cuerpo sobre sí mismo como una lombriz amenazada. Respiraba fumando. Bebía coca-cola con su boca de medusa. Panero disfrutaba de su jaula. Él, como Bukowski, asimiló la condición con que la normalidad le juzgaba. En el video de Bumbury lo admite “Me va Bukowski, sí”. Los cuerdos sabemos que la honestidad sólo tiene tres caminos: el suicidio, el asesinato o el manicomio. Él se aplicó los tres residiendo en el tercero. “Murió mientras dormía”, ha dicho su editora, pero la vida de Panero fue soñar mientras moría. “Yo en la vida siempre he vivido en el infierno”, decía él. “Buffalo Bill´s defunct”.

1 comentario:

maria dijo...

Öle ole y ole asi se escribe tu si que vales besitos que tal el ordenador nuevo